El concepto de reivindicación marítima boliviana no cabe en la mente de la clase dominante chilena. En consecuencia ésta no admite la idea de que Bolivia retorne, en un futuro lejano o cercano, al océano Pacífico, con plena soberanía. Antes de que esto ocurra, aquel sector privilegiado sería capaz de perpetrar cualquier barrabasada en contra de la paz regional.
“No vamos a negociar con nadie si la soberanía chilena está amenazada, y no tenemos conversaciones abiertas con nadie, incluyendo Bolivia, respecto a algún tema que involucre la soberanía de nuestro país”, afirmó Alfredo Moreno, canciller de Chile en el gobierno de Sebastián Piñera (Página Siete, 27 de diciembre, de 2013).
“Vamos a ejercer todos los derechos y a utilizar todos los recursos (necesarios) para defender el interés nacional. Está cerrada para siempre (la salida al mar para Bolivia). Ese ha sido el planteamiento de Chile. Bolivia no tiene derechos (sobre el Pacífico)”, señaló el jefe de la diplomacia transandina actual, Heraldo Muñoz (EL DIARIO, 22 de abril; 26 de abril; 17 de mayo de 2014).
He aquí los resabios de la mentalidad expansionista chilena del Siglo XIX, que hoy como ayer dan señales de incomprensión e intolerancia, profundizando las manifestaciones de animadversión. Por ese afán ahora tergiversan, desvirtúan y confunden la demanda marítima boliviana que radica en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuyo objetivo fundamental es lograr un veredicto favorable para los supremos intereses nacionales, con la restitución de nuestro Derecho sobre el océano Pacífico.
Y es que aquella clase dominante busca perpetuar el encierro geográfico boliviano, que causa serios problemas a nuestro desarrollo nacional.
Los mencionados cancilleres, el primero derechista y el segundo izquierdista, obviando sus diferencias político- ideológicas han utilizado un solo idioma, para rechazar la reintegración marítima de Bolivia. Ellos hablan al unísono cuando se trata de los intereses chilenos.
El canciller Muñoz, uno de los adversarios más irreconciliables e irascibles de Bolivia, ha reiterado, en el marco de las controversias subrayadas, que “Chile otorga salida al mar a Bolivia a perpetuidad, aunque no sea una salida soberana” (EL DIARIO, 27 de mayo, de 2014). Y habría que tomar nota de esta aseveración. “Aunque no sea una salida soberana”, remarcó el dignatario de Estado.
Bolivia, en el contexto de esta realidad, pide la restitución de su soberanía sobre el océano Pacífico al invasor de 1879. Y de “buena fe”. No solicita el desmembramiento territorial del país vecino sino la devolución, en justicia y equidad, de aquello que le fue arrebatado mediante el uso de las armas, en un hecho sin precedentes en la historia latinoamericana.
Las locuciones intransigentes, como las asumidas por los señores Moreno y Muñoz, no contribuyen a promover el proceso de entendimiento bilateral, a fin de resolver los problemas de carácter histórico.
En suma: mientras la clase dominante chilena no haya cambiado de mentalidad, en relación con el centenario enclaustramiento, estaremos en la situación de siempre.
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