[Juan León]

Menudencias

Otra vez… ¿la misma piedra?


Han transcurrido apenas 45 días de las elecciones y el país está inmerso, otra vez, en un proceso electoral, totalmente ajeno a la forma en que se desarrolló todo el anterior, que culminó con la re reelección. A nadie se le mueve un pelo, y mucho menos a la gente del Tribunal Electoral, todo lo que se dijo sobre la forma desprolija -sólo por usar un eufemismo- en que se manejó no sólo el recuento de votos, sino la preparación misma de esos comicios.

Incluso el beneficiario mayor de esa elección, el Presidente de la República, criticó al Tribunal. Y lo hizo de manera severa, señalando responsables, incluso. Hubo también anuncios oficiales de pedidos de informe y explicaciones en el Parlamento. Sin olvidar, por supuesto, las tantas y variadas protestas y denuncias de la oposición. Entre ellas, por ejemplo, el descubrimiento de más votos que votantes en varios lugares. Algunos se rasgaron vestiduras porque perdieron curules por una aparentemente descarada manipulación de cifras. Pero todo terminó en anécdota, como la del “Estado Plurinominal” en las papeletas de voto.

Desde el otro lado de la mesa, la solución fue simple. Se anunció el cambio de un funcionario del área informática y el anuncio calmó las aguas. Con ese solo remedio, la maquinaria electoral parecería que está otra vez aceitada y en funcionamiento perfecto. Tanto, que otra vez, como en la recta de preparación de la votación de octubre, el padrón está abierto para inscribir a los nuevos votantes. Igual que antes, dicen que hay preocupación por la escasa inscripción. Hasta el martes se inscribieron 28.827, entre los que votan por primera vez y los que cambian de domicilio. De mantenerse ese ritmo, cuando se cierren los registros los inscritos no llegarán a 60.000, que equivalen al 20 por ciento de los 300.000 que espera el Tribunal, según su vicepresidente.

Pocos o muchos, el asunto de fondo tiene que ver con el padrón electoral. Como en todo proceso, es importante conocer la cantidad final de electores habilitados, antes de la votación. Pero en el caso de las próximas elecciones es fundamental saber en qué región votarán esos electores, pues se trata de elegir autoridades regionales. ¿Cuántos ciudadanos elegirán al alcalde y los concejales de tal o cual municipio?

En ese afán, sería interesante conocer en qué indicadores o proyecciones se basa el Tribunal Electoral para decir que espera 300.000 inscripciones en el nuevo período. Por cierto, se puede estimar la cantidad probable de nuevos votantes en base a proyecciones de los índices de crecimiento de la población. Sería interesante conocer cuál es el indicador utilizado para estimar la cantidad de inscripciones por cambio de domicilio.

Más allá de ese aspecto puntual, que puede interpretarse como mero tecnicismo, importa recuperar credibilidad en la transparencia del proceso si se pretende que la elección, además de legal, sea también legítima. Es lo que realmente importa en cualquier comunidad en la que la autoridad moral es complemento básico de la autoridad legal como garantía de preservación de la democracia.

La responsabilidad de organizar un proceso electoral, acá y en cualquier parte, implica garantizarle al ciudadano toda la información necesaria no sólo en cuanto a las reglas sino a la forma en que éstas se aplican. Como ese es un aspecto eminentemente mecánico, importa más conocer quiénes y cuántos votan y sobre todo por quiénes votan a fin de garantizarle total transparencia. En ese afán, corresponde demandar que desde el propio seno del Tribunal Electoral se informe cuáles fueron las fallas del proceso anterior que pudo detectar y que se explique cuáles son los remedios para evitarlas. Le haría bien, también, a su propia imagen, proyectada hoy como una suerte de poder supremo y autónomo.

Sobre todo cuando desde la otra orilla los líderes de la dispersa y precaria oposición aparecen hoy como la mejor expresión de que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra, y no interpelan por cuenta propia. A ellos y en aras de transparencia del nuevo proceso electoral, habría que demandarles que, esta vez al menos y en base a la experiencia del pasado inmediato, intenten curarse en salud.

De no hacerlo, de nada servirán después los lamentos sobre leche derramada. Con mayor razón aún si los intereses y compromisos personales se imponen, como en el pasado inmediato, a los afanes de unidad para encontrar candidatos de consenso a los gobiernos regionales y municipales. Sobre todo si se considera que la dispersión dentro de la dispersión puede convertirse en atomización total, que resultaría fatal para la preservación de un sistema democrático puesto a prueba por la perspectiva de reelección indefinida, ya anunciada.

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