“Antes de que nos lleve el diablo”

Escribir entraña una gran responsabilidad y nada resulta más peligroso que hacerlo con el corazón -“engañoso y perverso”, dice la Biblia- por lo que siempre oro por inspiración divina antes de escribir cualquier cosa, como lo hice hoy.

Muy pocas veces me refiero a algún columnista -aunque debo confesar que no pocas veces me ha dado ganas de responder a muchos- y no lo hago porque entiendo que en democracia todo el mundo tiene derecho a equivocarse y disentir.

Sin embargo, hoy es una de esas pocas veces que sentí la responsabilidad de comentar algo que leí de una persona a quien admiré en la Universidad, por lo que era entonces.

Si no me equivoco militaba en el izquierdista frente FURA de la UAGRM: lo recuerdo jovencito, simpático, melenudo, rebelde, combatiente, admirado por las universitarias, intransigente en su ideario, revolucionario en cuanto a ideología, indómito frente a la injusticia y cuestionador del poder. Hablo del hoy abogado, ex Rector, embajador y, ojalá aún amigo Reymi Ferreira, cuyo artículo “Actividad paranormal” (El Deber, 21/NOV/14) merece ser comentado no sólo por su actualidad sino por la genuina preocupación del autor.

Empezaré diciendo que si alguien dice que no cree en la ouija, la hechicería, los fantasmas y Satanás -pero se dice católico o cristiano- el tal es un mentiroso: Jesús condenó todo aquello y además venció al diablo en la cruz.

Los fenómenos paranormales en Santa Cruz son reales y tienen un trasfondo espiritual, siendo que existen dos reinos opuestos en la Tierra: el de la luz y el de las tinieblas; el Reino de Dios y el del Satanás; el reino del bien y el del mal. No por nada concluye Reymi preocupado: “…antes de que nos lleve el diablo”.

Asombrosa preocupación la de un político sobre cuestiones espirituales, históricamente infrecuente en los revolucionarios de izquierda y en los retrógrados de la derecha, absortos todos en un materialismo que niega lo divino, que pone al mono por pariente del hombre, y al hombre por encima de su Creador, ¡convirtiéndose cada uno en su propio dios!

Destacable su censura a la “publicidad y la comunicación que cosifica a la mujer”, a “la voluptuosidad que raya en la pornografía” y a las “prácticas que a título de libertad de prensa violan la dignidad, la privacidad y el derecho al honor que toda ciudadana y ciudadano tiene”.

Y, mucho más su consejo: bien harían los políticos en ocuparse más de las actividades espirituales y paranormales -como dice Reymi- ¡antes de que se los lleve el diablo!

El autor es economista y Pastor evangélico.

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