¿Cómo llegó a ser inmortal?



Gómez Bolaños era un estudiante de ingeniería de 22 años cuando abrió el periódico, se fijó en un anuncio y su vida cambió. Eran los años cincuenta del siglo pasado, en México la industria del entretenimiento se había consolidado gracias a la llegada de la televisión y las agencias de publicidad no paraban de solicitar creativos. A él le encantaban las matemáticas y quería diseñar y fabricar juguetes, pero sus notas en la Universidad eran “menos que regulares”. Por eso se atrevió a probar suerte escribiendo anuncios. Enseguida su jefe se dio cuenta de que el aprendiz escribía con cierto sentido del humor y le encargó algunos guiones para radio y televisión. El director cinematográfico Agustín P. Delgado estaba deslumbrado por el talento del guionista de baja estatura y empezó a llamarlo “Shakespearito”, diminutivo del gran autor inglés cuya pronunciación después castellanizó como Chespirito y se convertiría en su eterno sobrenombre.

Pero todo ocurrió “sin querer queriendo”. Chespirito empezó a interpretar pequeños papeles en la televisión y el cine más por cubrir las ausencias de algunos actores que por iniciativa propia. Pero esto no lo alejó de la escritura de guiones y de la creación de nuevos personajes. Poco después de formar el cuadro de actores que lo acompañaría durante décadas, se le ocurrió un héroe “más real”, uno que no negara que tenía miedo, pero que al mismo tiempo fuera capaz de superarlo: El Chapulín Colorado. El éxito fue inmediato (“¡No contaban con mi astucia!”), pero otro personaje lo superaría: El Chavo.

Gómez Bolaños había visto en la playa de Acapulco a un niño lustrabotas, de unos ocho años y vestimenta sucia y remendada, que cuando ganaba unas monedas corría a comprar un bocadillo de jamón. Escribió un sketch basado en esa imagen y lo guardó en un cajón porque no estaba seguro de que tuviera éxito. Poco tiempo después, ante la necesidad de ofrecer algo nuevo al público, lo “desempolvó”, lo situó en un escenario concreto (el patio de una vecindad) y le agregó algunos interlocutores: La Chilindrina, Quico, Doña Florinda, Don Ramón, el profesor Jirafales y La Bruja del 71.

Pronto Televisa se dio cuenta de que la historia del niño del barril no solo podría ocurrir en México, sino también en las favelas de Río de Janeiro, en las barriadas de Lima o en las villas miseria de Buenos Aires, y lo vendió a los principales canales de televisión de América Latina. Después se dobló a 50 idiomas y todavía hoy las repeticiones siguen emitiéndose en una veintena de países. Ante la popularidad internacional, las giras del elenco se hicieron necesarias y lo que ocurría en cada país al que llegaban era sorprendente. En 1977, por ejemplo, los chilenos los recibieron formando una valla de 17 kilómetros ininterrumpidos, desde el aeropuerto hasta el hotel donde se hospedarían. A principios de los noventa, cuando en Colombia quisieron quitar el programa, mucha gente salió a las calles con un televisor dentro de un ataúd. Sin El Chavo en la pantalla, la televisión había muerto.

El Chavo dejó de grabarse en 1995, 25 años después de haberse emitido por primera vez. “Me opuse a correr el riesgo de que El Chapulín y El Chavo llegaran a dar lástima; que llegaran a exhibir los residuos en que se van convirtiendo inexorablemente todos los seres humanos”, señaló en sus memorias publicadas (“Sin querer queriendo”, Aguilar). Había comenzado a interpretar a El Chavo a los 42 años y dejó de hacerlo a los 66.

Meses antes de su muerte, Edgar Vivar, quien interpretaba al Señor Barriga, decía que “no es verdad que esté muy enfermo. En Cancún, a nivel del mar, prescinde del oxígeno. Es verdad que tiene algunos problemas de locomoción, pero está muy lúcido y no deja de escribir”.

En mayo de 2011, el hombre que fue boxeador amateur y soñaba con ser futbolista profesional abrió una cuenta en Twitter que superó los cinco millones y medio de seguidores. Meses atrás, en esa red social corrió el rumor de que había muerto. “Sigo vivito y coleando”, se apresuró a aclarar. El año pasado, 17 empresas de televisión del continente americano se unieron para rendirle un magno homenaje al que asistió conectado a una bombona de oxígeno. Thalía y Juan Gabriel le cantaron al oído, y después de un cúmulo de emociones salió en una ambulancia. Lo cuidaban bien, era el mejor negocio que ha tenido Televisa.

 
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