La humanidad ha hecho esfuerzos milenarios para superar niveles de vida primitivos, cuando se abastecía de alimentos recurriendo a la pesca y la recolección de alimentos que proveía la naturaleza espontáneamente. Superando esas épocas prehistóricas, los seres humanos pasaron a practicar una economía natural, en la que no se producía para el cambio sino exclusivamente para el consumo, dentro de un grupo económico cerrado.
Ese sistema natural se fue perfeccionado y creando nuevas formas de producción, a las que se opuso la economía mercantil, sistema dentro del cual los productos son destinados a la venta en los mercados. La economía natural de esos tiempos estaba formada por numerosas unidades económicas, como las comunidades rurales primitivas y las haciendas feudales, cada una de las cuales realizaba toda clase de trabajos económicos, empezando por la obtención de algunas materias primas y finalizando en la elaboración de productos para el consumo propio. De ese tiempo, don Quijote de la Mancha solía decir: “Dichosa edad y siglo dichoso, siglo de oro aquel en que no existían las palabras tuyo ni mío”.
Esa economía natural existió con anterioridad a la economía mercantil y tuvo carácter predominante en la comunidad primitiva, esclavista y feudal, como resultado del poco desarrollo de la división social del trabajo. Finalmente, esa economía entró en descomposición para permitir la ampliación de la producción mercantil que no produce artículos para el consumo propio, sino para el cambio en el mercado por medio de la compra-venta de mercancías.
En los países europeos la economía natural desapareció por completo, y no así en países económicamente atrasados, donde se conserva con carácter seminatural. Sin embargo, en países atrasados se presentan tendencias políticas no dirigidas a superar ese estado de cosas sino para mantenerlo e inclusive hacerlo más conservador y retroceder a tiempos anteriores a su existencia. En efecto, por ejemplo de ahí nace una ideología populista que en vez de salir del atraso quiere retornar al ayllu y la vieja comunidad, piensa que en esa forma llegará a la utopía socialista y evitará el desarrollo como resultado de la edificación de una sociedad democrática.
Notables signos de retroceso a la economía natural muestra actualmente el país, inclusive por vía constitucional y legal al desconocerse el derecho de propiedad para gran parte de la población (en especial la indígena); por la práctica del trabajo pagado en especie y no en dinero; la producción de productos sólo para el consumo propio; el comercio con base en el trueque de productos y no sobre la base del dinero, etc.
Esa política mantiene las antiquísimas costumbres y usos, las tradiciones más conservadoras de la economía natural e inclusive se refugia en la creencia de la “cosmovisión”, el fetichismo y prácticas anteriores a las modernas formas económicas y culturales que dejaron muy atrás la economía natural y el derecho ideal, todo lo cual garantiza un retorno sistemático al pasado, en vez de mirar al futuro y ser consecuentes con los deseos de cambio, pero cambio hacia adelante, no hacia atrás.
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