Los viajes del papa Francisco suelen estar repletos de actos, discursos y encuentros con las autoridades civiles y religiosas. El que ha iniciado ayer en Turquía, no. La agenda de Jorge Mario Bergoglio en un país en el que más del 97% de sus 76 millones de habitantes es musulmán y los católicos apenas representan un 0,07%, según datos del Vaticano, aparece llamativamente vacía.
La razón que apuntan diversas fuentes es que el Papa aceptó la invitación del patriarca Bartolomé, con la obligada, aunque no demasiado deseada, visita de cortesía al presidente Recep Tayyip Erdogan, con la esperanza de poder realizar un gesto a favor del millón y medio de refugiados que malviven en la frontera de Turquía con Irak y Siria.