Mientras diversos sectores de la economía del país registran crecimientos aceptables y hasta satisfactorios, el referido a la economía agropecuaria tiene un mínimo crecimiento e inclusive tiende a decaer, en particular a partir de principios del presente siglo. Ese aspecto permite considerar que la seguridad alimentaria, a la que tanta publicidad dedican las autoridades, es cada vez más precaria y el pueblo boliviano tiene al frente un horizonte poco menos que tormentoso.
En efecto, en los últimos tres años la economía agropecuaria fue descendiendo en relación con el Producto Interno Bruto (PIB) y del 13 por ciento, bajó al 10 por ciento y el año pasado al 9,9 por ciento. En ese sentido, el peso de la economía rural es cada vez más volátil y obliga a la importación creciente de alimentos necesarios para la canasta familiar.
Como resultado de esa decreciente producción agropecuaria, los mercados del país ya no ofrecen productos nativos como frutas, verduras, granos, etc., para ofertar, en cambio, artículos de origen extranjero, introducidos al país tanto por vía de las cuantiosas importaciones oficiales o el contrabando que se filtra por las desguarnecidas fronteras de los cuatro puntos cardinales del país.
Que la importancia de la economía agropecuaria nacional haya caído nada menos que tres puntos revela que las políticas oficiales destinadas a la agricultura carecen de efectividad. Entre ellas se encuentran disposiciones constitucionales como la Ley de Reconducción comunitaria de la reforma agraria (antigua INRA), la Ley de apoyo a la producción de alimentos y muchas otras.
En términos concretos, la producción de artículos agrícolas no industriales en el año 2005 llegó al 5,8 por ciento, pero al presente llegó a sólo 1.8 por ciento del PIB. Entre tanto, los productos agrícolas industriales en 2005 significaron el 2.9 por ciento, en el presente año sólo alcanzan al 1.8 por ciento, lo cual puede considerarse como un bajón de alta proporción y que no está de acuerdo con las necesidades del país y de las expectativas de la propaganda oficial.
En síntesis, según informaciones oficiales, habría algún crecimiento en términos de hectáreas, volúmenes y dinero, pero, porcentualmente, se registra una disminución de su importancia dentro del PIB. En efecto, mientras la tasa de crecimiento del sector agrícola ha sido en promedio del 3,5 por ciento, la economía boliviana en general creció en más del 5 por ciento. En cuanto a la construcción, el crecimiento anual fue del promedio del 12 por ciento y de los hidrocarburos del 7.
Los datos numéricos son significativos, pero lo que preocupa a la población no son los datos específicos señalados, sino las causas que determinan la notable caída de la economía agropecuaria en relación con el PIB, aspectos que deben obligar a la satisfecha burocracia estatal a revisar a fondo sus políticas.
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