Las FARC y sus paradojas

No es indoloro el cambio de rubro que están viviendo las FARC al abandonar la guerrilla y abrazar, como es notorio, la actividad del narcotráfico en toda la geografía ya no sólo de Colombia, sino de la Gran Colombia.

• Firmar en La Habana, como lo harán el próximo año, el documento de renuncia de su lucha por el socialismo, es ya una paradoja monumental. Lo que piensen o digan los líderes

cubanos nunca se sabrá.

Lo último que dijo Fidel Castro es que el modelo cubano no sirve ni siquiera para los cubanos. Quizá se mantenga en ese criterio ahora, y eso lo ayude a soportar la deserción de las FARC, el ejército guerrillero que más tiempo había mantenido la lucha, aunque en el camino, si se mira bien, hizo algunos desvíos en su ruta hacia el socialismo, como ocuparse de la industria del secuestro antes de entrar en contacto con la actividad económica más exitosa del mundo: el tráfico de cocaína.

Lo que el ejército colombiano no pudo lograr en 50 años, ni siquiera bajo las órdenes de Álvaro Uribe, lo ha logrado la diosa blanca. Con lo que dan la razón a Roberto Saviano cuando subtitula su último libro: “Cómo la cocaína gobierna al mundo”, poniendo y sacando gobiernos, seduciendo a fieros guerrilleros, fanáticos socialistas, caudillos indigenistas, marxistas de todas las subtendencias, y muchos otros.

• Amnistía Internacional observa ahora que, cuando estalle la paz en Colombia, las tierras ocupadas serán devueltas a los terratenientes de antes. Y reclama una justa indemnización adicional.

Es decir que en La Habana se firmará un acuerdo por el cual en Colombia se aplicará una Reforma Agraria al revés. Eso que hacen los masistas que asaltan tierras en Santa Cruz y las desalojan cuando los propietarios les pagan un rescate, es mucho más “revolucionario” que lo que se viene en Colombia, porque allí los terratenientes recuperarán sus tierras sin pagar nada, pero recibirán dinero adicional. ¡Qué tal!

Las FARC han dejado una Reforma Agraria incompleta. Ahora la abandonan. Y dan marcha atrás. Los campesinos, los indígenas, los originarios, pueden esperar, como se está demostrando también en Bolivia. Son las revoluciones inconclusas, traicionadas.

A mitad de camino, algunos revolucionarios son tentados por cantos de sirenas blancas. Sus brújulas enloquecen y ellos pierden la ruta.

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