Hemos ingresado a un nuevo año en medio de la algarabía festiva por la creencia o la esperanza de que éste que comienza será mejor que el anterior, cuando en verdad los días, los meses y los años son los mismos en tiempo, lo que hacemos es acomodar nuestras vidas a este nuevo tiempo.
Desde los primitivos tiempos, éste transcurre inexorablemente y así será hasta el fin de los tiempos, nosotros somos apenas transeúntes de la vida en un plazo de tiempo que no depende de nuestra voluntad, sino de las leyes de la naturaleza que son siempre constantes, pues todo lo que tiene vida, tiene que perecer.
Lo destacable es que en esta fecha, solemos desear que la vida individual y colectiva mejore o tome otros rumbos de perfección, pues nunca desearemos que este año sea peor que el anterior, es el espíritu de la esperanza que nos mueve a los seres humanos siempre a buscar lo mejor, aunque a veces sólo sea una quimera.
En nuestra querida Patria estamos viviendo unos tiempos muy especiales, pues ha llegado al poder político del Estado, hace nueve años y para quedarse por siempre –como lo dice el caudillo Presidente- un grupo de gente originada en los sindicatos de productores de hoja de coca en el trópico de Cochabamba, con un discurso de cambio y revolución que parece quedarse sólo en eso, el discurso, aunque es verdad que con los elevados ingresos -como nunca antes hemos tenido por los altos precios de las materias primas que exportamos-, el Estado dispone de importantes recursos económicos que le permiten no sólo cubrir las obligaciones públicas, sino manejar discrecionalmente estos recursos con fines de propaganda y alejados de una planificación estricta que es el primer paso de la economía socialista.
Miles de millones de dinero en buena parte han ido a engordar a una clase que vive de los negocios del Estado y que en algún caso ocasionó la muerte violenta de un proveedor, de autoridades municipales que pagaron con su vida el haber incursionado en la política y de algunos otros que están en las cárceles.
El Gobierno ha invertido en algunas industrias que según los informes de resultados, estarían deficitarias, es decir que el rédito o retorno de lo invertido, acusa pérdidas que, por supuesto, son cubiertas con dinero de todos los bolivianos. El caso más llamativo es el de Enatex, una industria manufacturera que fue intervenida y pasó al Estado y cuyo principal administrador es el hermano de una ministra, industria que está en grave situación, pues recién se estaría cancelando sueldos devengados de meses, sin embargo se habría adquirido un paquete de programa informático de Cuba con un elevadísimo costo, lo que no deja de extrañarnos, pues ese país caribeño no tiene industrias manufactureras importantes y según informa la prensa mundial, como parte de los acuerdos para restablecer relaciones con Estados Unidos, se abriría recién un proceso de acceso a la informática. Un destacado docente de la Universidad Mayor de San Andrés me comentó que con la décima parte de lo pagado a Cuba, la universidad paceña pudo diseñar el tal programa.
Lo cierto es que deseamos que por la salud de la economía del país, este año se adopte una política fiscal austera, dejando de lado los dispendiosos gastos en obras “faraónicas”, canchas de fútbol y otras que no absorben mano de obra y que resultan improductivas, volcando recursos públicos a fomentar la industrialización de nuestros recursos naturales que como el hierro del Mutún o el litio, están en un nivel inicial de industrialización, dejando al sector privado las inversiones en sectores que no son estratégicos, dándoles las condiciones y las garantías para estos emprendimientos.
En este año debería acabar la política de “persecución judicial” que hace nueve años se mantiene incólume, con cerca de un millar de exiliados, presos políticos y un buen número de compatriotas, muchos de ellos con elevados niveles de formación profesional, excluidos de cualquier participación en la administración de los intereses públicos, es decir discriminados por ser considerados derechistas o “vende patrias”.
En este nuevo año, sería deseable que el Presidente lo sea de todos los bolivianos y no sólo de los movimientos sociales o los adherentes del partido de gobierno.
La paz social y la unidad de los bolivianos tiene que ser la política de unos y otros, para así –ojalá no sea tarde- aprovechar lo que queda de los buenos tiempos de las “vacas gordas”.
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