Primera misión diplomática boliviana en México.
Durante el Gobierno del Gral. Mariano Melgarejo (1864 -1871), las Relaciones Internacionales de Bolivia comprenden dos perspectivas pa-ralelas: la primera se halla consagrada a los asuntos extra continentales e hispano-americanos, o sea, el deseo de ayudar al emperador francés Napoleón III en su lucha contra el extinto Imperio de Prusia 2. En el caso hispánico, el intentó de auxiliar al Paraguay en la guerra contra la “Triple Alianza” integrada por las naciones de: Argentina, Brasil y Uruguay, que no pasó de la frase declaratoria 3. Continuando Bolivia se unió a la “Alianza del Pacífico”, generando la “Doctrina Melgarejo”, a través de la promulgación del Decreto Supremo del 18 de marzo de 1866, que estableció: “Art.1°.- Las fronteras de Bolivia no se consideran, desde esta fecha, respecto á los Americanos del Sud, sino como líneas matemáticas, destinadas á determinar el límite de la Jurisdicción Nacional.
Art. 2°.- Los naturales de las Repúblicas Sud-Americanas que ingresen al territorio de Bolivia, en calidad particular, ó que la reasuman en él, gozarán de los mismos derechos que los Bolivianos excepto únicamente para desempeñar la Presidencia de los Altos Poderes Lejislativo, Ejecutivo y Judicial” 4, esta coalición estaba conformada por Chile, Ecuador y el Perú, contra España, por las Islas Chinchas.
Por otro lado, la segunda perspectiva, se caracterizó en que la “conducta interna-cional boliviana sea considerada tornadi-za, cuando en verdad lo que varía es la conducta de los otros países, acercándose o alejándose de Bolivia, según sus propias conveniencias y según sus propios planes” 5, culminando de esta manera, con la firma del ‘Tratado de Límites’ con Chile, el 10 de agosto de 1866, en la cual Bolivia cedió más de dos grados de latitud de soberanía en el Litoral y la suscripción del ‘Tratado de Amistad, Límites, Navegación, Comer-cio y Extradición’, con el Brasil, el 24 de marzo de 1867, en que nuestro país tam-bién cedió más de cerca de 300.000 kiló-metros cuadrados.
En ese sentido, consecutivamente el Gral. Melgarejo, nombró al Cnl. Quintín Quevedo, como E. E. y Ministro Plenipo-tenciario ante la Corte Imperial del Brasil, Argentina y Uruguay, el 3 de julio de 1867, con el objetivo de acrecentar las relaciones diplomáticas con dichas naciones. Sin em-bargo, antes de llegar á su destino, cuando se encontraba en Lima, de paso para viajar por la vía de Panamá recibió las órdenes de ir a México, para continuar con el desa-rrollo de la primera perspectiva citada anteriormente.
Sobre la situación política de este país, es necesario mencionar que el “vencedor en la última revolución, hizo su entrada en la capital, el presidente Benito Juárez (1861). Dos hechos graves tuvieron lugar al comenzar esta presidencia: Juárez or-denó la suspensión de pagos de las deudas contraídas con Francia e Inglaterra y asumió una actitud poco contemporizado-ra con sus diplomáticos y los de España. Esto trajo como consecuencia el envió a México, por estas naciones, de ejércitos para sostener sus reclamaciones (1862). A pesar del heroísmo de los ejércitos mexi-canos, estos fueron derrotados, abando-nando el gobierno de Juárez la capital, que fue ocupada por fuerzas francesas. En tales circunstancias, el jefe de estas fuer-zas, general Elías Forey, decretó, la reu-nión de una junta de notables, compuesta de 215 ciudadanos para dar al país el gobierno que imponía la situación. Esta junta se reunió el 8 de julio de 1863 y aprobó el establecimiento de una monar-quía hereditaria, con un príncipe católico. El archiduque Maximiliano Federico de Habsburgo fue coronado emperador, en junio de 1865, iniciándose la lucha con los republicanos, a cuyo frente se hallaba Juá-rez. Ésta terminó en Querétaro, donde se había refugiado Maximiliano” 6.
Enterado de esta situación el Presidente Melgarejo, destinó a congratular al Presi-dente Juárez por el triunfo de sus armas y pedirle que no atentara contra la vida del Emperador. Dicha misión diplomática es-tuvo compuesta por el Cnl. Quintín Queve-do 7, como E. E. y Ministro Plenipotencia-rio de Bolivia en México; Dr. Juan Francisco Velarde, Secretario; Comandan-te Juan L. Muñoz, Agregado Militar y el Dr. Julio Quevedo, Adjunto Civil.
Transcurrido un breve tiempo después, el Canciller Muñoz, envió las siguientes instrucciones: “El gobierno boliviano, el más celoso defensor de la democracia, el que inició la santa obra de la Independen-cia en el sur del continente, el que espon-táneamente se adhirió a la alianza del Pacífico, el que ha sido y será siempre el primer soldado en la defensa del Republi-canismo contra las incidencias de la Mo-narquía, ha creído de su deber excitar el sentimiento de los vencedores en favor del vencido y reclamar con el derecho acorda-do por las relaciones de amistad y armo-nía que lo ligan al gobierno Mexicano, no se atente contra la vida ni la persona del que creyó ser emperador de México. Sus desgracias, la perfidia de que ha sido víctima y los sentimientos de humanidad y respeto al que se consideró alguna vez, como autoridad y representante de un pueblo americano, obligan al gobierno de Bolivia, a obrar en este sentido” 8.
Desafortunadamente, cuando llegaron las citadas disposiciones el Emperador ya había sido juzgado por un consejo de gue-rra, condenado a muerte y fusilado. Sin embargo, la comitiva boliviana después de un mes de viajar, arribó al puerto de Aca-pulco, continuando el recorrido, cabalga-ron hasta la célebre ciudad de México.
Consecutivamente, el 1° de octubre de 1867, llegó la comitiva boliviana dirigida por el Cnl. Quevedo. Seis días después, el 7 de octubre presentó sus Cartas Creden-ciales al Presidente Benito Juárez, durante su presentación el diplomático boliviano expresó: “Los patrióticos empeños del pueblo mexicano para la reivindicación de su soberanía democrática en seis años de luchas y de combates, han mantenido en constante ansiedad a todos los pueblos del mundo de Colón; el de Bolivia entre ellos; y sin embargo de su larga distancia, ha seguido paso a paso, los azares de esa titánica lucha, mirando en su resultado la solución de un gran dilema social, con tendencias excluyentes para los futuros destinos de la América española… El ca-pitán general Mariano Melgarejo, Presi-dente de Bolivia, al caracterizarme de esta manera, me ha recomendado muy espe-cialmente, os expresarme de su parte la profunda simpatía que le merecéis por vuestro patriotismo y grandes obras, la decidida estimación que abriga por el he-roico pueblo mexicano, y la fe que tiene por las instituciones democráticas del continente. Me ha encargado deciros, que desde el centro de la América del Sur, dos millones de ciudadanos libres saludan a sus hermanos del norte restaurados, de-seando que el Dios de las victorias corone sus sacrificios con los y sazonados frutos de la democracia, bajo la égida de la civi-lización y de la justicia… Llevo, pues, gustoso este sagrado encargo como el más digno preliminar de las relaciones de cor-dialidad, armonía y confraternidad que Bolivia desea cultivar con la gallarda México, esta-bleciendo así los vínculos de unión que deben esla-bonar las Repúblicas to-das del continente, para el porvenir de ellas, para su seguridad y para su común engrandecimiento” 9.
Ante este discurso, el primer Presidente indígena de América Latina, Benito Juárez, expresó las si-guientes palabras:
“Es muy satisfactorio para el gobierno de México re-cibiros como Enviado Ex-traordinario, en misión es-pecial de la República de Bolivia, con objeto de ve-nir a felicitar a la Repúbli-ca mexicana, por haber defendido con buen éxito su independencia y sus instituciones democráticas. Los votos de simpatía y de felicitación del pueblo y del gobierno de Bolivia, son muy acreedores de la alta estimación del pueblo y del gobierno de México. Dignaos, señor mi-nistro, ser el intérprete del reconocimiento de los mexicanos por la benevolencia de sus hermanos de Bolivia y de mi particular gratitud a su digno primer magistrado. Animado México de muy cordial interés por la prosperidad y engrandecimiento de Bolivia, desea que cultiven y conserven las más amistosas relaciones entre las dos repúblicas, así como entre todas las del continente americano. Vivamente desea también, que en la armonía de los mismos principios, y en la identidad de los mismos sentimientos americanos, tengan Bolivia y México, grandes y permanentes vínculos de unión y de confraternidad”10.
Poco tiempo después el Presidente Juá-rez, le ofreció un suntuoso banquete a la delegación boliviana, en el que de la mis-ma manera se pronunciaron discursos muy cordiales y fraternos. En el Teatro Nacio-nal de México, se dio a continuación una función de gala en homenaje a la misión boliviana. También la prensa de dicha capital exteriorizó en publicaciones, gratas notas sobre Bolivia y sus representantes. El 8 de noviembre de 1867, el Cnl. Que-vedo, a cargo de la comitiva boliviana tuvo que retomar su misión en el Brasil y las Repúblicas del Plata, por el cual empren-dieron su viaje vía Veracruz y Nueva York.
A modo de conclusión, podemos decir en palabras de Juan Francisco Velarde, que la misión diplomática encabezada por el Cnl. Quevedo, “en la franqueza é hidal-guía de los heroicos Mexicanos encontró la más simpática y cordial acogida, quie-nes supieron comprender en todo su valor esta prueba de estimación y fraternidad de una nación hermana… estos antecedentes, son la simiente que más tarde debe pro-ducir el árbol fecundante de la unión americana, bajo cuya sombra se cobijen poderosas y felices las Repúblicas del Continente”.
José E. Pradel B.
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