Autobiografía
Beatriz Francisca Vichini Vera
Nacíen la Provincia Loayza, Segunda Sección Sapahaqui en la Comunidad Huancané, mis padres son Primo Vichini Mamani e Ignacia Vera Beltrán (+) y de ese matrimonio nacimos dos mujeres y un varón.
Al fallecer mi madre nos quedamos con nuestro abuelo, que nos cuidaba y cocinaba todo los días, era muy querido. Recuerdo muy bien cuando estábamos cosechando arvejas empezó su dolor de espalda y al poco tiempo muere. Ese día cambió nuestras vidas, mi padre empezó a beber todos los días, y cuando estaba sobrio, nos hacia trabajar demasiado o cocinar temprano.
Bajo esas circunstancias, mi padre nos llevó junto a mi abuela a la provincia Aroma comunidad Sasari. Exactamente estuvimos un año. Luego regresamos a la escuelita de mi pueblo hasta terminar la primaria, como no había secundaria nos llevó al Colegio de Chivisivi. Muy lejos del lugar donde vivíamos, cada día teníamos que caminar durante dos horas para llegar, además, no podíamos atrasarnos, caso contrario nos castigaban con palo. Por eso, cuando estaba en segundo medio, ya no quería ir al colegio, entonces mi padre me castigaba cada vez que faltaba a clases. Al finalizar el año escolar, me vine a la ciudad de La Paz y nunca más regresé.
Por otro lado, cuando estaba en primaria mi padre se volvió a casar, de ese matrimonio nacieron seis hermanos (dos mujeres y cuatro varones), al inicio andaba ilusionado, pero al pasar el tiempo cada vez le fue más difícil sobrevivir, ya que faltaba para nosotros materiales escolares y la alimentación. En mi pueblo, parecía que me faltaba todo, siempre estaba con una ropa sencilla, sin nadie que me acompañe en los desfiles o en los actos cívicos, me sen-tía muy sola.
Ya en la ciudad, solo contaba con tres-cientos bolivianos y no conocía bien la ciudad. Fui a rogar al suegro de mi padre para que me alquilara un cuarto. Él aceptó con la condición de pagar el consumo de luz y agua. El cuarto era de adobe, piso de tierra, totalmente vacío, lo limpié bien y esa noche dormí con una frazada, sobre un colchón de paja. Cada día salía a las cuatro de la mañana a vender verduras, porque era lo único que sabía hacer. Todos los días compraba un objeto para llenar mi cuarto y me alcanzaba para comer.
Estudié teología “por extensión” por las noches, dos veces por semana. Luego de tres años terminé, pero quería continuar en el Instituto “San Pablo” de Villa Victoria, no me permitieron por que no tenía título de Bachiller, pero por consejo de alguien, terminé el bachillerato en un año en un Centro de Educación de Adultos. Allí tuve dos profesores en cada semestre: mate-mática, ciencias naturales, lenguaje y Ciencias sociales. El profesor Víctor Hugo Monje Leyton de la materia de Ciencias Sociales, cada vez que pasábamos clases nos preguntaba a cada uno que queríamos estudiar. Él era un profesor que conocía el mundo entero, se sentaba en uno de las bancas, empezaba a contar cómo fue la historia de Bolivia. Empecé a reflexionar y decidí que quería ser profesora, ser como el profesor Monje, alegre, dinámico, com-prensivo y con un conocimiento profundo. Entonces decidí ingresar a la Normal para ser profesora.
A principios del año 2002 quise ingresar a esta institución de formación, pero no te-nía apoyo de nadie, además, mi padre, cuando salí del colegio me dijo – “nunca me pidas dinero, olvídate que existo”- por eso, no pude entrar a la normal, además no podía sacar mi título de bachiller porque tenía datos errados.
A finales del año 2006, salió la convoca-toria para las Normales y me inscribí en el área de Comunicación y Lenguajes y apro-bé, estaba feliz, por otro lado triste, porque las clase eran desde 07:30 a 14:00, a qué hora iba trabajar. Llegué a mi casa, conté a mi hermana, ella se comprometió a ayu-darme en todo el proceso de mis estudios. El 2010 terminé de estudiar. Muy agradeci-da a mi hermana, porque antes de egresar, me regaló una computadora para mis tareas.
Actualmente trabajo como docente en la Unidad Educativa “17 de Octubre” de la ciudad de El Alto, dictando materias de Lenguaje, Literatura, Aimara y por las no-ches apoyo a personas adultas con cursos de “post alfabetización”. Por otra parte continúo formándome en el Programa de Formación Complementaria para obtener mi licenciatura en el Modelo Sociocomuni-tario Productivo en la Escuela Superior de Formación de Maestros Tecnológico Hu-manístico El Alto (ESFMTHEA).
Lo importante de la docencia es vivir para enseñar, dando todo de nosotros para que tengamos un país mejor.
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