La mortal crisis del Órgano Judicial -engranaje fundamental del Estado- llegó a su culminación con las definiciones que hicieron acerca de su estado de salud el presidente Evo Morales, el vicepresidente Álvaro García y otras autoridades del Estado actual. El primer mandatario afirmó que la justicia se aplazó y el vicepresidente remarcó que “La Justicia es un desastre total y no tiene visos de cambiar”, sin necesidad de citar otras frases enunciadas en discursos oficiales.
Pero, como toda la opinión pública, las autoridades mostraron interés en hallar solución al problema y no tardaron en hacer conocer las fórmulas para resolver la mortal crisis en que se encuentra la Justicia, acerca de la cual faltó poco para que se diga que debía ser enterrada en una tumba insondable, para que no queden posibilidades de que sus prácticas se sigan reproduciendo.
Las soluciones planteadas para poner fin al desastre de la Justicia han resultado, en todo caso, sumamente novedosas y según sus proponentes, cuando se las aplique todo será una maravilla y habrán acabado para siempre la corrupción, la retardación, los prevaricatos, coimas, chantajes y otros males de los que se acusa a los funcionarios del Foro, que al presente ocupan cargos en la magistratura, muchos de los cuales han sido acusados de corruptos y que en breve serán desalojados de sus cargos, pese a que algunos de ellos fueron elegidos por el pueblo. Es más, algunos serán juzgados y condenados a prisión.
Ante la crítica situación de la Justicia, son notables, ahora, las soluciones para el asunto. En efecto, el presidente Morales ha propuesto en abstracto, como bálsamo infalible, una “revolución en la justicia” y en forma concreta ha sugerido varias fórmulas, más o menos en el siguiente orden: a) un cambio de mentalidad de los profesionales; b) llamar a un referéndum a corto plazo y cuyas preguntas deberán hacerlas el pueblo, los colegios de abogados y tal vez algunas otras instituciones; c) eliminar el debido proceso; atender el problema de los fiscales; d) dignificar la abogacía; e) reforma de la Constitución.
Ni corto ni perezoso, el vicepresidente García se solidarizó con el mandatario y de manera específica sugirió las siguientes recetas para curar al enfermo que está en estado “comatoso”: a) cambiar al personal del aparato judicial; b) restablecer la meritocracia; c) participación de otras instituciones como las universidades; d) que las facultades de Derecho dejen de graduar “pleiteros”, reforma de la constitución, obviamente ir al referéndum y cambio de “la mayor parte” del personal burocrático, vale decir una “masacre blanca” de grandes proporciones, desde jueces hasta secretarios y ujieres.
De otro lado, ambas autoridades citadas remarcaron que el estado lamentable de la Justicia se debería al fracaso del plebiscito para nominación de magistrados y el desconocimiento de algunos principios tradicionales, como la meritocracia, y deficiencias en la educación profesional en las universidades autónomas.
Finalmente, el Procurador General del Estado también apoya el referéndum, eliminar a los operadores de justicia del Órgano Judicial, ya que “pese a todos los esfuerzos que ha hecho el mandatario no se ha logrado una revolución de la justicia”.
En fin, en medio de la oscura noche en que se encuentra el país con referencia a la crisis judicial, las ofertas oficiales constituyen un rayo de luz que es de esperar no se apague y las sabias recetas médicas no sean peor que la enfermedad.
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