Austeridad por la baja de ingresos


 

Aunque hay muchas posiciones de optimismo en el Gobierno, es innegable que la crisis del petróleo afectará seriamente al mundo y nuestro país no será la excepción y, no se puede creer en economías fuertes o “con blindaje” (un absurdo utilizado para convencer a inocentes y niños) e indestructibles porque, está comprobado, la economía siempre es débil y así lo ha demostrado el mundo a través de diversos procesos políticos y económicos que le ha tocado vivir a la humanidad.

Hay una crisis innegable que nos afectará mucho a los bolivianos y tan sólo pensar en la reducción de los ingresos por las ventas de gas a la Argentina y al Brasil es motivo para preocuparse seriamente, aunque se dice que ello “será compensado” por la reducción de las subvenciones -seguramente algo así como $us. 100 millones-; pero eso tiene su contraparte muy elevada, que podría llegar a los 1.300 millones de dólares que reciba menos el país por el gas. Esta es una realidad que no se puede soslayar.

Por otro lado, tampoco se puede pensar en que la minería sería un factor de salvación porque los precios de los minerales en el mercado internacional también están sufriendo bajas muy serias; por otro lado, las materias primas que exportamos, alimentos y otros también sufren caídas difíciles de compensar en lo inmediato.

Ante esta situación, el Gobierno debe tomar conciencia de que ni con préstamos ni recurriendo a las reservas se podrá paliar la crisis, sino con una medida que, además, sería solución permanente para la pobreza del país: proceder con prudencia y medida en los gastos, evitando las políticas dispendiosas que caracterizaron hasta ahora al Gobierno; no se tiene que pensar más en aviones y en automóviles de lujo, ni satélites ni aviones para la Fuerza Aérea ni nada que signifique gasto ostentoso e inútil. Por supuesto, es imprescindible evitar gastos en construcciones faraónicas, como la llamada “casa del pueblo” que sería, además, el “nuevo palacio presidencial”.

Hay muchos gastos que el Gobierno puede y debe evitar y todo ello tiene una denominación: austeridad. Es decir ser austeros, parcos, prudentes, precavidos en los gastos y, en lo que se gaste, ser honestos y responsables evitando las famosas “comisiones” y “sobreprecios” que han adquirido casi costumbre en todos los gobiernos porque no faltan quienes creen que deben enriquecerse a costa del país y mucho más en tiempos de crisis.

La verdad es que sólo la austeridad evitará que la crisis cale profundamente y, por otro lado, acostumbrará al Gobierno, a su partido y a la misma población a obrar con lo poco que se tiene, evitando gastos dispendiosos y superfluos que a nada bueno conducen y que sólo irrogan perjuicios muy serios al país.

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