[Armando Mariaca]

Fanatismos contra la libertad de expresión


Los últimos crímenes cometidos por el terrorismo en Francia contra periodistas y otras personas muestra cómo el fanatismo ignora totalmente los derechos humanos y siega vidas sin contemplación alguna, y, además, atenta contra un bien mundialmente reconocido como es la libertad de expresión que ha resultado ser un obstáculo para sus fines aviesos, porque esta libertad, síntesis de la libertad de pensamiento, es un bien de toda la humanidad; es, fundamentalmente, base sustantiva de la democracia que es fundamento de los derechos humanos, la justicia y la libertad en todas sus extensiones, convirtiéndose en un derecho inalienable.

El mundo ha comprobado, especialmente en los últimos cincuenta años, que no puede haber democracia ni libertad ni justicia sin comunicación, sin el uso de medios para expresar sentimientos, criterios, opiniones, creencias religiosas, conocimientos de la ciencia y la tecnología.

Los crímenes cometidos en París, causando la muerte de diez y siete personas, muestran que el fanatismo del islamismo extremista no toma en cuenta que el ser humano es libre de pensar, sentir y obrar libremente y que ese derecho sólo puede estar supeditado a la verdad y a la responsabilidad. Quienes ejercen el derecho de ser periodistas, comunicadores, escritores, o personas de cualquier profesión que emiten criterios, opiniones o pensamientos sobre cualquier materia a lo único que pueden aferrase es a la propia moral, a su conciencia defendiendo y respetando a instituciones, personas y, en general, a los derechos humanos.

Quienes creen que el periodismo de servicio al bien común puede ser acallado con balas, bombas o cualquier medio de destrucción, viven equivocados y, llegando al colmo de insanía, son capaces de cometer las peores canalladas. Los hechos de septiembre de 2001 y otros atentados terroristas que se han producido en los últimos años muestran claramente cómo el fanatismo y la pérdida de principios y valores son parte de gente obnubilada por el odio y pueden consumar delitos en detrimento no solamente de quienes son allegados a las víctimas sino de la humanidad que siente el dolor de quienes han sufrido y perdido familiares.

La libertad de expresión, derivación de la libertad de pensamiento, es derecho de todo ser humano, inclusive de quienes están en desacuerdo con todo lo que digan los medios de comunicación en todas sus manifestaciones; es un derecho que no puede ser controlado ni manipulado ni tergiversado ni sometido a censura y menos estar sujeto al peligro de encontrar, en su diario vivir, a gente cegada por el odio que es capaz de regar sangre inocente y crear angustia.

El dolor que han sufrido las familias de diez y siete víctimas no sólo es propio de familiares y amigos; es, en todo caso, dolor y angustia de toda la humanidad convencida de que nadie puede arrogarse derechos de quitar la vida o causar daño a seres humanos que sólo han cumplido con su deber. La libertad de expresión, fundamento de la democracia, no puede ser condenable ni menos estar supeditada a la maldad de fanatismos religiosos, políticos, económicos o de cualquier índole por el hecho de no pensar y sentir como quienes tienen vocación por los extremismos, por el totalitarismo, por la corrupción y la tiranía que niegan la dignidad humana.

El periodismo mundial ha condenado acremente los crímenes que, conforme marcha el terrorismo extremista incrustado en el islamismo y en muchos países, puede ser el inicio de un terrorismo que tome como víctimas a cualquier persona, a instituciones y organizaciones de toda clase y es justamente el periodismo que no puede ni debe cerrar los ojos ni descuidar su misión de servicio a la humanidad.

Mientras más equivocados y extraviados estén quienes practican el terrorismo en cualquier parte del orbe, más afianzamiento de valores y principios habrá en la humanidad, ya que no podría convivir con quienes hacen culto al crimen, a la inmoralidad, a la corrupción, al terrorismo como han demostrado los crímenes perpetrados en un semanario de París. Toda la humanidad vivirá aferrada al respeto a los derechos humanos y actuará conforme a principios de verdad, libertad y concordia entre todos, siempre que se actúe con responsabilidad, equidad, ecuanimidad, y principios de justicia y dignidad. Por su parte, periodistas y medios de comunicación no pueden ni deben retroceder en su misión sagrada de defender los derechos humanos y en el deber de servir a la humanidad bajo principios de bien común.

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