La comunidad internacional estuvo persuadida de que Bolivia representaba un país con soberanía absoluta sobre el Pacífico. Un elemento cualitativo que fue debidamente tomado en cuenta, al correr del Siglo XIX, en los Tratados que ella suscribió, con diferentes países del mundo, que, como es bien sabido, lograron afianzar su independencia, alcanzada en 1825.
En este marco el Tratado de Paz y Amistad firmado entre la República de Bolivia y la República del Perú, en Lima, en fecha 5 de noviembre de 1863, por el doctor Juan de la Cruz Benavente, Ministro Plenipotenciario y el doctor Juan Antonio Ribeyro, Ministro de Relaciones Exteriores, en forma correspondiente, contiene 30 Artículos, donde se advierte, prioritariamente, entre otros aspectos, el espíritu de cooperación mutua, el respeto recíproco y la solución de conflictos mediante acciones pacíficas.
Pero lo que más llama la atención es el contenido del Artículo 25 que a la letra dice: “Mientras se hace el Tratado de Comercio las relaciones mercantiles se mantendrán en el Estado en que actualmente se encuentran, y continuará, por consiguiente, para Bolivia la absoluta libertad de tránsito que hoy disfruta por Arica, para todos los productos de su suelo e industria que exporta al exterior, así como para las mercaderías de Ultramar que se internen a Bolivia por aquella vía”.
El Perú reconoce, de una u otra manera, la soberanía boliviana en el océano Pacífico, al hablar de Arica, cuyo puerto natural había sido de nuestro país, desde su fundación (Luis Peñaloza: “Historia Económica de Bolivia”, Tomo II, 1954, pág. 86).
Cuando se firmó el Tratado de 1863 las fuerzas invasoras, de origen anglo – chileno, posiblemente preparaban la incursión a territorio patrio, con fines expansionistas y de conquista.
“Por consecuencia de las declaraciones contenidas en el Artículo anterior, quedan restablecidas entre ambas Repúblicas las relaciones de Paz, Amistad, armonía y buena inteligencia necesarias para su común prosperidad, y se comprometen a afianzarlas por todos los medios que estén a su alcance”, sostiene el Artículo 2º.
En este marco hemos esperado que el Perú asuma una actitud de respaldo sincero, honesto y sin circunloquios, a nuestra demanda marítima, pese que ello no fue posible a lo largo de 135 años de enclaustramiento. Y esperamos ahora que ella dé una señal sin titubeos ni cálculos políticos. Y sin temor a los compromisos adquiridos en el seno de la Alianza del Pacífico. Pensando, en lo posible, en los antecedentes históricos que hermanan a Bolivia y el Perú desde tiempos remotos.
En el pasado mediato sus movidas políticas nos dejaron confundidos y desconcertados, pues perjudicaron los objetivos que encierra la reivindicación marítima. A raíz de ello el Perú había perdido credibilidad ante la opinión pública boliviana. Ojalá no ocurra lo propio en la actualidad.
En suma: esperamos que la República del Perú reflexione, seriamente, para brindarnos su apoyo, en el caso marítimo.
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