La obligación de trabajar

El año 1948 se destacó porque el 29 de enero un avión que despegó de Londres desapareció cerca de las Bermudas, el 22 de junio el Rey de Inglaterra renunció al título de “Emperador de la India”, el 24 de junio se inicia el puente aéreo sobre Berlín y se estrenó la película “El Ladrón de Bicicletas”, en dicho film el protagonista principal, Antonio Ricci, es un desempleado que logra encontrar trabajo pegando carteles, para lo cual necesita una bicicleta, medio de transporte que le roban en su primer día de trabajo.

La importancia del trabajo ha sido reconocida de manera expresa por el Tratado de Versalles, documento que pone fin a la Primera Guerra Mundial, mismo que instituye a la Organización Internacional del Trabajo (OIT o ILO por sus siglas en inglés) el 11 de abril de 1919, entidad cuya constitución fue complementada con la Declaración de Filadelfia de 1944.

La OIT tiene un gobierno tripartito integrado por representantes de los Estados, los sindicatos y los empleadores, siendo su órgano supremo de decisión la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT), la misma emite normas (Convenios y Recomendaciones), de los cuales, uno de los más importantes, es el C29 – Convenio sobre el Trabajo Forzoso, aprobado en la 14ª Reunión del CIT el 28 de junio de 1930, disposición que entró en vigor el 1 de mayo de 1932, convenio que fue ratificado por nuestro país el 31 de mayo de 2005.

El Convenio sobre el Trabajo Forzoso, en su Artículo 2º, define como trabajo forzoso u obligatorio a todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para lo que dicho individuo no se ofrece voluntariamente, el cual tiene, entre otras las siguientes excepciones: cualquier trabajo o servicio que forme parte de las obligaciones cívicas normales de los ciudadanos de un país que se gobierne plenamente por sí mismo, y los pequeños trabajos comunales, es decir realizados por los miembros de una comunidad en beneficio directo de la misma, por consiguiente pueden considerarse como obligaciones cívicas normales que incumben a los miembros de la comunidad, a condición de que la misma población o sus representantes directos tengan derecho a pronunciarse sobre la necesidad de esos trabajos.

Deseo detenerme en este punto, porque el Texto Constitucional, en el Numeral 5 del Artículo 108 (El único de deberes), dispone que una de nuestras obligaciones es trabajar, según nuestra capacidad física e intelectual en actividades lícitas y socialmente útiles.

En general nos acordamos más de los derechos que de las obligaciones, pero en este caso, debemos buscar un sano equilibrio y retribuir en algo lo que recibimos del Estado y la sociedad, lo cual nos permitirá valorar el sacrificio que significa contar con bienes públicos en buenas condiciones y exigir su mantenimiento y mejora.

Puntualmente me refiero al mantenimiento vial de las carreteras, cuyo costo de mantenimiento rutinario asciende a $us3.000/kilómetro por año, cuando todos podríamos contribuir con dicha labor de manera periódica con tres días de trabajo al año o el pago del equivalente. Esta disposición no sería nueva, por cuanto era un práctica habitual en el pasado inmediato, lo cual nos permitiría liberar recursos para destinarlos a otras actividades productivas a la par de contar con vías de comunicación bien mantenidas.

Volviendo a la película, el protagonista Antonio y su hijo Bruno buscan al ladrón porque sin la bicicleta éste no podría llevar el sustento a su familia, en la Italia de la pos guerra, en la cual las fuentes de trabajo eran un bien escaso y preciado.