La Paz demanda gestión municipal no conflictiva

La Paz, ciudad-capital, por su historia, sus principios y conducta ciudadana, ha resultado siendo Cabeza de la Nación, tanto más si en el decurso de los años ha dado toda su capacidad y esfuerzo al servicio de los intereses nacionales. Por otro lado, últimas gestiones municipales, tanto a nivel de Concejo Deliberante como de instancia Ejecutiva, han puesto su concurso y su desprendimiento político para transformarla de aldea grande a ciudad moderna en función de recursos financieros limitados que otorga el Estado a los municipios.

Los administradores de los últimos años por efecto de compromisos adquiridos con el grueso de la Paceñidad en elecciones democráticas, han puesto en primera línea su sentido de reflexión y su espíritu cívico para mantener armonía y entendimiento en su trabajo, muy por encima de pasiones subalternas, llámense éstas personales o políticas, por lo tanto, la aparición de conductas mezquinas y de revanchismo, de ninguna manera deben asumir preeminencia en las actitudes del actual Concejo Deliberante y menos del ciudadano al cual se le está encomendando la Alcaldía Transitoria.

Si bien el camino del populismo resulta siendo atractivo al asumir un cargo ejecutivo en el intento de ganar aplausos y liderazgo temporal, los compromisos contraídos con la comunidad imponen el obligado deber de proceder con madurez, serenidad e inteligencia para hacer un Buen Gobierno sea éste nacional, departamental o municipal.

La Paceñidad, en todos sus estratos sociales y económicos, espera que minúsculos intereses personales y políticos sean alejados de la administración municipal y, por el contrario, se prosiga impulsando aquellos proyectos en mesa y se respete sus recursos humanos y no se los maltrate con el fácil expediente del súbito despido de sus fuentes de trabajo.

No es “a la hora nona” que se tiene que observar desajustes financieros, técnicos y administrativos que pudieran existir. El Concejo Deliberante es el ente rector de las estrategias municipales y entre sus atribuciones están las de aprobar los estados financieros, los convenios, contratos, las adquisiciones, evitar la enajenación de los bienes municipales y para ello, están vigentes el Control Interno y la Contraloría General del Estado a fin de realizar auditorías especiales y de gestiones anuales. No haberlo hecho en cinco años, es haber olvidado, deliberadamente o no, sus responsabilidades. Para el año 2000 ya existían las leyes 696 del 10/1/95, 2.028 del 28/10/99 y el Art. 12 de la Ley de Municipalidades.

Al Alcalde Transitorio, por haber formado parte del Concejo y por razones de ética no le está dado adoptar actitudes precipitadas o tomar por asalto los cargos directivos. Tampoco es admisible utilizar el abuso y la prepotencia al estilo de las hordas populistas.

Al Alcalde Transitorio le será mucho más conveniente alentar los proyectos en ejecución y poner en mesa sus propuestas, como aquel publicado en una separata especial para extender la mancha urbana de la ciudad a otros sub-distritos, acelerar el estudio de la “Gran Vía” desde la Av. del Poeta hasta la plaza Humbolt; la limpieza y saneamiento del río Choqueyapu para salvar los cultivos de Río Abajo, con cuyos productos se alimenta la población paceña, poner énfasis en el Módulo del Desarrollo Humano porque su escaso conocimiento en algunos sectores de nuestra población, así como los reducidos hábitos de higiene, ponen freno a formas civilizadas de convivencia vecinal.

Para no defraudar al pueblo paceño que lo eligió por sus cualidades cívicas, se hace necesario que el Alcalde Transitorio de nuestra ciudad-capital, adquiera el coraje para resistir imposiciones políticas, subalternos intereses de asesores demagógicos y figuración, a fin de poder acumular el caudal de dignidad suficiente que le permita salir con honor por la puerta ancha del Palacio Consistorial y no salir por la ventana con amargas críticas y reproches. Ganar el respeto y el reconocimiento de la Paceñidad debiera ser su mayor aspiración para futuros desafíos que pudieran requerir sus útiles servicios a la comunidad.