El Norte Grande… ¿de Chile?

Rodrigo Burgoa Terceros

En los últimos días se ha conocido la falaz noticia desde medios chilenos de una propuesta secreta del Gobierno boliviano. Según estos medios, la propuesta consistía en la cesión de un enclave soberano al norte de la antigua caleta peruana de Pisagua -donde cientos de bolivianos murieron valientemente defendiendo ese territorio en 1879-, a cambio de dejar sin efecto la demanda contra el país trasandino en La Haya. Por supuesto, se trató tan sólo de un rumor sin fundamento como parte de la usual estrategia de La Moneda consistente en causar incertidumbre y desinformación tanto en la población boliviana como en la chilena.

Dicha noticia fue oportunamente desvirtuada por el Estado boliviano. Más allá de este suceso que se suma a la ya numerosa serie de hechos originados por la malintencionada diplomacia araucana, es interesante analizar cómo una autoridad regional chilena, cuya localidad a la que representa se encuentra directamente involucrada en la inventada propuesta, reaccionó ante la sorpresiva noticia.

Ante la supuesta propuesta, Carlos Silva, alcalde de la localidad de Huara, comuna que comprende los poblados de Pisagua y San Lorenzo de Tarapacá, situado entre las ciudades de Arica e Iquique, declaraba a medios chilenos su conformidad con la propuesta. Es más, afirmaba sentirse muy contento, pues consideraba una buena manera para que Bolivia y Chile puedan comenzar a entablar negociaciones.

Llama la atención cómo esta declaración difiere drásticamente de las correspondientes a autoridades centralistas de La Moneda, cuya palabra favorita siempre ha sido “no” ante la centenaria reivindicación marítima boliviana. La cuestión es simple, ¿por qué varían en 180 grados las declaraciones de autoridades locales respecto a las nacionales en ese país? La respuesta tampoco es complicada y se la expondrá en las siguientes líneas.

Como es de común conocimiento, la invasión chilena al Litoral boliviano tuvo como principal motivo la ambición económica por poseer los recursos naturales de guano, salitre, plata, entre otros, fuente de riqueza y prosperidad. Una vez consumada la incorporación de dicha región al territorio trasandino, se llevó a cabo la explotación de los mencionados recursos. Sin embargo, luego de varias décadas los recursos se agotaron o, en su caso, dejaron de ser valorados en el mercado internacional. De una u otra manera, sucedió que el Gobierno chileno dejó de prestar atención a la región, dejándola a su suerte, abandonada.

Para demostrar la anterior afirmación basta analizar algunos datos estadísticos. El denominado Norte Grande de Chile, que no es más que el conjunto de los territorios usurpados en el Siglo XIX, representa en términos poblacionales tan sólo el 6.61% del total de la población chilena. Si tan sólo se toma las regiones de Arica, Parinacota y Tarapacá, las que se ubican más al norte, sus habitantes representan tan sólo el 3.16% de la totalidad de la colectividad chilena. Considerando que los recursos económicos destinados a una región, así como su poder de decisión en temas trascendentales nacionales, dependen del número de habitantes, es fácil comprender que el rol que juega el norte chileno en ese país es ínfimo.

Complementando las anteriores cifras, de acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Chile, el Producto Interno Bruto regional per cápita en la región de Arica y Parinacota representa tan sólo el 40% del mismo indicador para la región metropolitana. Es decir, la riqueza y bienestar del habitante ariqueño no alcanza ni a la mitad de la renta y prosperidad del habitante capitalino chileno.

Añadiendo más datos al análisis, las regiones que forman el “Norte Grande de Chile” tan sólo incrementaron sus ingresos promedio por familia en 0.87% entre la última década de los 90 y la primera del presente siglo. Este porcentaje contrasta radicalmente con las demás regiones, que aumentaron sus ingresos promedio incluso en más del 5%.

Como cualquier comuna del mundo, seguramente el norte chileno también busca alcanzar bienestar y desarrollo en todos los campos. Ello no sucederá si continúa dependiendo del gobierno de La Moneda, que ya obtuvo los mayores réditos de esa región y ahora la mantiene en el olvido. Tomando en cuenta que Chile tiene como puerto principal al de Valparaíso, siendo complementado por algunos puertos del sur chileno; y que Perú tiene como puerto natural al Callao, complementado por otros puertos del país incaico, sin dudas, el norte chileno sólo podrá alcanzar toda su plenitud y auge económicos cuando dependa administrativamente de Bolivia, que siempre tuvo como puerto natural a Arica y que bien podría ser complementado por Pisagua, Tocopilla y Mejillones, entre otros.

Como se puede notar, algunas autoridades regionales chilenas ya se dieron cuenta de ello. No se debe perder la esperanza de que pronto los demás habitantes y autoridades de esa región también caigan en cuenta de que su propio bienestar sólo podrá ser alcanzado cuando se encuentren en el país al que siempre debieron estar ligados por motivos históricos, económicos y sociales: Bolivia.

El autor es economista.

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