Desde que Jacobo Watt, en 1769, construyera la primera máquina a vapor, dando inicio a la era de la revolución industrial hasta nuestros días, dominado por el desarrollo de nuevas tecnologías, hubo una infatigable preocupación por aprovechar los recursos naturales del planeta, suscitando dos tipos de actividades que son inherentes al género humano: conocer y construir. Desde entonces, los adelantos técnicos y tecnológicos no cesan en producir cambios trascendentales en la humanidad, poniendo al alcance del hombre la mayor cantidad y, cada vez, mejor calidad de productos tecnológicos elaborados para la satisfacción de las sociedades.
Hoy, el mundo es de quien conoce la técnica y las tecnologías de información y comunicación (TICs), que corresponden a la era del “automatismo” de lo que nos habla Alvin Toffler, dominada por la robótica, la nanotecnología, la cibermedicina, la mecatrónica y otros neologismos del futuro.
En los países desarrollados la educación técnica y tecnológica es fundamental para su desarrollo; la investigación, la ciencia y la tecnología ocupan lugares privilegiados entre las materias escolares hasta las universidades, en contraste con las políticas educativas que fueron aplicadas en Bolivia, que sólo sirvieron para formar bachilleres en humanidades como “insumo” de las carreras humanísticas de las universidades. Y casi un 90 por ciento de carreras universitarias es de humanidades, graduando profesionales en áreas tradicionales y obsoletas, divorciadas de la realidad actual. Es pertinente señalar que hoy la generación de la tecnología mundial la encabezan los países asiáticos: China, India, Japón, Taiwán y otros, pese a que ellos carecen de recursos naturales.
Bolivia, que cuenta con tantas riquezas naturales como litio, gas, minerales, piedras preciosas, madera, etc., que las exporta como materias primas, muy bien podría industrializarlas y exportarlas con valor agregado. Aquí se puede colegir que hubo una total falta de políticas educativas en la formación de recursos humanos para el desarrollo de ciencia, técnica y tecnología en el país.
Por todo ello, es muy plausible que en la pasada gestión escolar, de los colegios se hayan graduado alrededor de ocho mil bachilleres con título de “Técnico Medio”, cumpliendo así con lo establecido en la actual Ley educativa que plantea el desarrollo de la educación “productiva y comunitaria”. Además, ya era hora de pensar que Bolivia no debe ser más generadora de desocupados de “cuello blanco”, quienes al graduarse de las universidades y por falta de fuentes laborales, migran a otros países ocasionando, de esta manera, un gasto insulso al Estado boliviano por su formación profesional y, a su vez, significa también una fuga de recursos humanos.
Aquí cabe recordar lo dicho por el escritor argentino Andrés Oppenheimer, en su obra titulada: “¡Basta de Historias!”, quien dice que en su país existen “tres psicólogos por cada ingeniero”. En nuestro país, de las universidades se gradúan alrededor de cinco abogados por un ingeniero; entonces, parafraseando a este autor se podría decir: “¡Basta de Historias, manos a la obra!”.
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