La agricultura, ¿tabla de salvación?

Durante los diez últimos años, el país gozó de la bonanza gracias a grandes ingresos por los altos precios de las materias primas de exportación. Sin embargo, ahora, de súbito, se encuentra que, debido al desplome de los precios de esos recursos naturales, la prosperidad era artificial y, además, no se supo aprovechar las ventajas de la etapa de las vacas gordas.

Frente a ese colapso de la economía de las materias primas (gas, plata, zinc, estaño, etc.) el Gobierno se ha visto ante un naufragio inminente en medio de un mar infinito, sin tabla de salvación a la vista que le pueda asegurar un tiempo más de tranquilidad. Sin embargo, en medio de esa desorientación y buscando angustiosamente a qué palo agarrarse, ha encontrado que la solución a su crítica situación es la agricultura, la cual podría llenar el abismal vacío que dejan el petróleo y la minería.

En efecto, las autoridades estatales, al confirmar que llegó el tiempo de las vacas flacas, han decidido echar mano a la agricultura y considerarla una isla de salvación, en la que podrían refugiarse y cubrir las necesidades alimenticias de la población boliviana que vive, en gran proporción, de alimentos importados y ya casi no conoce productos nacionales. (Al respecto, el Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia afirmó a calzón quitado que el pueblo boliviano importa ¡“el 80 por ciento de lo que comemos y el 70 por ciento de lo que vestimos”!).

En ese estado de emergencia, el Gobierno ha hecho anuncios para reactivar la agricultura. El más interesado, el Presidente del Estado, afirmó ante la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz que el tema agropecuario es inmediato, de mercado interno, y exportación de nuestros productos, porque Bolivia -acotó- “no puede ser un país consumista”.

Por su parte, el Ministro de Economía al ver que la nave del Estado hace aguas, afirmó que el Gobierno destinó, nada más ni nada menos, que 450 millones de dólares para ”incrementar la producción de alimentos” y así asegurar el pan para el estómago del pueblo. Por otro lado, un funcionario del Ministerio de Desarrollo Rural dijo que destinó otros 150 millones de bolivianos para rehabilitar a agricultores en crisis, aunque no hizo referencia al derrumbe del precio de la quinua de Bs. 2.000 a 600 por quintal.

Se debe insistir en que para resolver el problema de la producción agropecuaria, en la actual realidad del país, no son suficientes aportes financieros ni ofertas nebulosas, sino expertos en materia agraria. Ni siquiera son solución medidas técnicas (en su mayoría superficiales), sino políticas agrarias de fondo que resuelvan los aspectos estructurales de la economía agraria del país.

Se puede considerar que si no se ve el asunto de la producción agropecuaria con seriedad, Bolivia seguirá la actual marcha al abismo y de hambre al igual que Venezuela y sus fórmulas de solución para salvarse del naufragio no serán una isla de salvación, sino el lomo de una ballena.