Soberbia y corrupción, errores de la política


 

Nadie puede dudar de las buenas y constructivas ideas del Presidente de la República (ni ahora ni en el pasado); con seguridad que en las intenciones y propósitos se tuvo conciencia de lo que había que hacer especialmente para librar a la comunidad de problemas como la corrupción, el nepotismo, el contrabando, el narcotráfico, la ineficiencia funcionaria y muchas otras dificultades que deben existir en la misión de gobernar.

Todo muestra que hubo el eterno defecto del “dejar hacer y dejar pasar”, un mal que hizo mucho daño al Estado porque el Gobierno permitió que sea casi norma en los nueve años de gobierno que se han cumplido; pero, en todo caso, lo importante sería que el régimen, encabezado por el Primer Mandatario, reconozca sus falencias y llegue a la conclusión de que hubo mucha soberbia al creer que todo lo podía hacer bien el régimen, que todo consistía en tener el gobierno de la nación en las manos, que el poder da medios para hacer lo mejor y, finalmente, la creencia de que “el Gobierno no puede equivocarse”.

Creer en la infalibilidad de las personas es como convertir papas en manzanas o, peor, considerar que la política partidista puede hacer milagros. Los hombres son falibles, sujetos a error, débiles por naturaleza y propensos al equívoco; pero, como hay soberbia, se cree que todo se puede porque se es lo máximo y que por ello se está en el gobierno. Falso, totalmente contrario a la realidad porque el poder obnubila, ciega y hace creer hasta lo imposible, mucho más cuando hay comedidos o áulicos que hacen ver al que tiene poder, que nadie es superior a él y que haga lo que sea, está bien.

En nueve años de gobierno, el Presidente y la mayoría de su equipo deben haber examinado todo lo hecho y, conciencialmente, reconocer que tuvieron muchos yerros que es preciso corregir a partir del primer día del décimo año que empiezan. Hay, pues, mucho que enmendar, bastante que mejorar y, lógicamente, bastante por hacer en lo inmediato y en lo mediato. Sin embargo, lo primero que se debería tener en cuenta es que a partir de este décimo inicio de administración del Estado, es con la presencia de una crisis que no puede ser solucionada de la noche a la mañana y, peor, repitiendo políticas de los nueve años anteriores.

No reconocer los errores cometidos es, simplemente, mostrar que aún domina la soberbia y hasta la petulancia cuando, en conciencia, se conoce que el propio Ministerio de Transparencia muestra muchísimos casos de corrupción; por otro lado, se reconoce en la comunidad nacional -y seguramente en el régimen- que el narcotráfico ha crecido porque creció el cultivo de coca y, si bien hubo labores de interdicción no fueron suficientes. Reconocer también las políticas permisivas con el contrabando que tiene dimensiones muy grandes. No ignorar que las nacionalizaciones de empresas extranjeras han ocasionado muchos perjuicios al país en lugar de los beneficios esperados. Es, pues, tiempo de empezar de nuevo y hacerlo con honestidad y responsabilidad.

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