[Armando Mariaca]

Unidad y armonía para un gobierno eficiente


Un nuevo período de cinco años inició el Presidente de la República luego de su re-reelección del pasado 12 de octubre; un tiempo que le permitirá cumplir tres períodos en el gobierno del Estado, un tiempo que el pueblo espera sea constructivo, repetitivo de lo bien que se haya hecho en los nueve años anteriores; un lapso en el que se puede enmendar los errores y, sobre todo, cinco años en que no haya repetición de políticas no siempre acordes con las urgencias y necesidades del Estado.

Conocidos los resultados de las elecciones, quedó una sensación en buena parte de la colectividad: si vamos a seguir con las mismas propuestas de cambio, que se cambien efectivamente conductas e intenciones en pro del bien común; que se adquiera conciencia de país y vocación de servicio; que se olviden las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” que tanto daño han causado hace muchas décadas; en fin, que se morigeren sentimientos de revanchismo, de clase, de “reivindicaciones” de lo ocurrido en la historia del país.

Hay mucho que hacer, bastante por avanzar, harto por enmendar y casi siempre, conductas que modificar. De todo ello, con seguridad que el Primer Mandatario tiene conciencia y, con buena fe y confianza en lo que pueda hacer conjuntamente su partido, seguramente tomará las previsiones necesarias.

Las experiencias vividas tienen que haber dejado la lección de que las diferencias sociales, económicas y culturales entre todos los bolivianos provocan tensiones, desajustes y socaban antagonismos poniendo en peligro la unidad y paz social que es preciso promover, cuidar y mantener, sin discriminación alguna. Otra lección dejada es que es preciso combatir la pobreza -miseria en muchos casos- y luchar contra la injusticia promoviendo, a la par que el mayor bienestar, el progreso económico, social y cultural de todos los que conforman el bien común.

Tiene que haber conciencia en el Presidente, su entorno y sus principales dirigentes político-partidistas, que es preciso establecer una política recta, teniendo presente el sentido de la justicia y del bien común; pero, en toda circunstancia, que tengan nociones muy claras del límite de la competencia de los poderes públicos o sea que se entienda a cabalidad que el poder del Estado depositado en ellos, no implica violentar la moralidad, la Constitución, las leyes y los principios de equidad, ecuanimidad y justicia.

Es importante que tengan presente que la mayor conciencia de la dignidad humana promueve en el bien político un respeto mayor por los derechos de la persona, condición esencial y obligatoria para la participación en la vida pública. En otras palabras, adquirir convicción de que respetar los derechos humanos tiene que ser base sustantiva para el ejercicio del poder que es de servicio y no instrumento para servirse del país, puesto que la comunidad política existe en función del bien común que debe ser buscado por el gobierno del Estado, armonizando la convergencia de las opiniones, las inquietudes, las esperanzas y las energías de todos; en otras palabras, el ejercicio de la autoridad debe desarrollarse siempre dentro del ámbito de la ley moral.

Como en todo tiempo, menudearán dificultades y, dentro de ellas, desavenencias y desacuerdos entre el gobierno y diversos grupos e instituciones, condiciones del diario vivir que, muchas veces, complotan contra la tranquilidad y la armonía. Para ello, será preciso entender y hacer partícipe de ello a las partes discordantes en que el diálogo supone y exige capacidad de comprensión, de humildad y vocación para armonizar posiciones, porque el diálogo es una invitación al ejercicio de las facultades superiores del hombre y tan sólo exige, por sí mismo, que haya humildad, confianza, prudencia e ingreso en los amplios campos de la concordia, cordialidad y capacidades de las partes.

Un nuevo período de gobierno es un nuevo reto; pero, esta vez podría ser definitivo para los destinos del país que espera, en todo caso, un actuar con mucha honestidad y responsabilidad haciendo abstracción de la soberbia que tanto daño hizo en años anteriores y de lo que tiene conciencia el propio régimen. Bolivia no es país de discordias; es, cuando hay práctica de valores y principios, nación de concordia, armonía y unidad entre todos los que actúen de buena fe y con esperanzas en el futuro.

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