Hugo Muñoz Arévalo
Sólo en Alemania se talan más de 29 millones de árboles para la temporada navideña. Aunque las autoridades gubernamentales permiten esta práctica, sectores medioambientales aseguran que “un árbol cortado es un árbol muerto”.
La tradición de decorar un abeto comenzó en el Siglo VII d.C. y aún hoy continúa junto con la decoración de belenes. A principios de la pasada década se llevó a cabo una iniciativa con Noruega como país pionero que consistía en el cultivo de pinos, piceas y abetos para evitar el impacto humano en bosques naturales causado por las talas indiscriminadas durante las festividades invernales.
Tras las fiestas se instalan puntos de recogida de árboles en la mayoría de las ciudades del planeta, desde los cuales serán transformados en composta y solo una minoría en buen estado será replantada. No obstante, cuesta no preguntarse si es una buena idea talar un árbol que sólo vivirá una semana, para que después sea arrojado a un contenedor de basura o, en el mejor de los casos, sea usado como materia orgánica después de haber sido triturado.
Existen organizaciones como Verde Navidad, en México, que se encargan de ofrecer una alternativa a la tala de estos abetos de Navidad: “La idea es poder llevar a tu casa un árbol con las mismas características de uno común a un precio equiparable, la diferencia radica en que al final de temporada, este árbol será devuelto al bosque para continuar con su vida”, señala uno de los representantes de Verde Navidad.
Otro tema a debate es la elección entre un árbol natural o uno de plástico. La segunda opción suele ser rechazada por muchos debido a que para la fabricación del segundo es necesaria una gran cantidad de energía, y esto conlleva un alto nivel de contaminación (40 kg de CO2). Al tratarse de un árbol no perecedero, el llevar a cabo esta elección reducirá la deforestación de manera significativa, siempre que el árbol sea reutilizado durante un periodo de, al menos, 12 años.
La cuestión aquí se centra en escoger, no lo más beneficioso para el planeta, sino lo menos perjudicial. Lo único que se logrará al adquirir cualquiera de estos dos tipos de árboles es devastar un poco más el mundo. Así que habría que hacer caso al político y poeta cubano José Martí que declaraba que en la vida había que hacer tres cosas; escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol. Sin embargo, se olvidó de especificar que tras ese primer árbol habría que plantar un segundo, y luego otro, y otro…
El autor es periodista.
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