Que nadie se apropie de territorios ajenos

Con la Declaración Americana surgió, hace más de 80 años, el principio de no reconocimiento a las adquisiciones territoriales por la fuerza. Una inquietud política que no perderá su vigencia ni su esencia en tanto y en cuanto se imponga la convivencia civilizada entre las naciones de la región.

La decisión, resultado del concierto continental, fue suscrita por 19 representantes gubernamentales, en fecha 3 de agosto de 1932, en la ciudad de Washington. Uno de los firmantes fue el embajador chileno Miguel Cruchaga.

“Las naciones de América declaran, también, que no reconocerán arreglo territorial alguno de esta controversia (boliviano-paraguaya) que no sea obtenido por medios pacíficos, ni la validez de adquisiciones territoriales que sean obtenidas mediante ocupación o conquista por la fuerza de las armas”, sostiene el último parágrafo del indicado documento.

Acá la Declaración Americana rechaza, categóricamente, el reconocimiento de territorios ocupados por la fuerza de las armas. Bolivia fue víctima de la invasión militar chilena en 1879. El vecino, no contento con arrebatarnos el Litoral, rico en recursos naturales, renovables y no renovables, nos impuso el encierro geográfico a título de ocupación o conquista por la fuerza de las armas.

En consecuencia Bolivia expresó, en ocasión de la aprobación de aquel documento, su pleno acuerdo, con los términos que contenía, porque marcaba los lineamientos de una convivencia de mutuo respeto, como prioridad suprema, en la política internacional.

“Las declaraciones en ella (Declaración Americana) contenidas que interpretan con perfecta exactitud el pensamiento boliviano, que desde hace medio siglo viene protestando contra la guerra de conquista. Ellas se inspiran en las ideas que informan el Derecho Público Americano que no admite la ocupación usurpadora como título de dominio. Bolivia recibe con entusiasmo la nueva Doctrina que se inicia en América: de que la fuerza no da derechos”, señala la adhesión de Bolivia a la magna resolución, del 3 de agosto de 1932, que fue cablegrafiada al Departamento de Estado de los Estados Unidos, el 5 del mismo mes y año, por el canciller boliviano, Julio A. Gutiérrez.

La Declaración Americana debe marcar el norte del conjunto de los países latinoamericanos para que nadie se apropie de territorios ajenos con fines expansionistas ni imponga sus reglas de juego que promuevan el saqueo y la devastación. Y para reavivar, asimismo, el espíritu de confraternidad, cooperación e integración, elementos básicos que hoy nos permitirán construir un futuro más llevadero.

Declaración Americana que debe ser acatada, ahora más que nunca, por quienes, acá o allá, se apoderaron de territorios ajenos, provocando rivalidades que perviven por siglos, inclusive. Ellos deben reflexionar y tratar de restañar las heridas que ocasionaron con sus afanes expansionistas.

En suma: que los países latinoamericanos se inspiren en la Declaración Americana para asumir futuras acciones.