El Presidente, con motivo de iniciar su tercera gestión de gobierno, posesionó a un gabinete que el país espera sea eficiente y responsable en la atención de todos los asuntos inherentes al Estado. Muchas veces, en el actual régimen, como en muchos anteriores al año 2006, los equipos ministeriales no siempre han sido lo idóneos, precisos y responsables que el Estado espera y de cuyos frutos, mediante un buen trabajo, mejore el prestigio del Gobierno.
Como en toda gestión, hay caras nuevas; hay muchas ratificadas y algunas que colaboran al Presidente desde su primera gestión el año 2006. El país esperaba que varios de esos colaboradores sean cambiados por otros que tengan mayor capacidad y conciencia de país, especialmente en lo que se refiere a la urgencia de entender que todos los habitantes del país somos bolivianos y con los mismos deberes y derechos; es decir, sin estar expuestos a pugnas, odios, revanchismos y otros sentimientos negativos que no sólo hacen daño a las víctimas sino a sus familias y, en primera y última instancia, al prestigio del propio Gobierno.
El país espera que los nuevos ministros actúen con la sindéresis, eficiencia, eficacia y responsabilidad que demandan los puestos que ahora ocupan, que esas funciones no se cumplan con sentido sólo de partido sino que haya en ellas conciencia de país y vocación de servicio. El Presidente en alguna ocasión mostró decepción por el comportamiento de algunos de sus colaboradores; por otra parte, algunos expresaron “no poder trabajar al ritmo que imprime el Presidente”.
El país, especialmente si el Gobierno busca cambios en los procedimientos y un cumplimiento estricto de la Constitución y las leyes, necesita un trabajo honesto y disciplinado, una entrega positiva y constructiva a las encomiendas recibidas, pero, sobre todo, abandono de soberbias y petulancia que, muchas veces, se hacen parte de quienes ocupan situaciones de poder.
Hay mucho por hacer y por corregir, bastante por mejorar en la misión de servir al país; por ello mismo, el trabajo del equipo ministerial debe cumplirse sin reticencias, desterrando complejos y odios que, lamentablemente, han sido característica de algunos colaboradores del Primer Mandatario. Es de esperar que los ministros ratificados renuncien a posiciones contrarias al bien común, como es la soberbia y la creencia de que “más que ellos, nadie”. Por su parte, los nuevos altos funcionarios tendrán que hacer acopio de humildad, caridad con el país, mucho sentido de servicio y responsabilidad.
En cualquier función que debe ser positiva, la comunidad nacional espera un trabajo acorde con las urgencias nacionales y, por supuesto, conductas condignas con la moral, la prudencia, la austeridad y el sentido común.
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