El próximo 10 de octubre se cumplirán veintitrés años de vida democrática continua en el país. Todo este tiempo fue el actuar de partidos políticos y de sus representantes en el Poder Legislativo. Más de cuatro lustros en los que en momento alguno se ha escuchado por parte de políticos o parlamentarios la necesidad de un actuar conjunto donde la premisa de todos sea tener conciencia de país y vocación de servicio. Normalmente, cada grupo o sector antepuso los intereses de partido a las conveniencias, urgencias y necesidades del Estado; es decir, del país. La búsqueda del poder fue la aspiración máxima y, una vez en él, o siendo parte mediante alianzas, el país fue medio y no fin.
Decir lo último parecería injusto; pero, si se examinan los hechos y, sobre todo los resultados, llegaremos siempre a la misma conclusión: el país no avanzó lo que debía, la pobreza no fue disminuida, los intereses creados se agrandaron y se agravó la crisis. Por otra parte, es evidente que los diversos partidos, desde los principios que sustentan se refieren a la necesidad de trabajar en pro del país y de conseguir avances en busca de soluciones integrales a los grandes y graves problemas que nos afligen; pero, ¿cuánto de esas buenas intenciones se hicieron realidad? El balance es mínimo. Tampoco sería justo decir que todos los políticos -en sus partidos o en el Legislativo- han actuado siempre mal; no, muchos lo hicieron correctamente, pero se dejaron llevar por mayorías camarales que aplastaron las buenas intenciones de los que querían actuar honesta y responsablemente.
La conciencia de país es actuar con amor a la Patria, con dedicación, disciplina, honestidad y responsabilidad; luego, ese mismo factor determina que haya vocación de servicio a los altos intereses nacionales y un amor grande por el bien común que es el pueblo. Sin temor a equívoco podría decirse que el gran factor que se descuidó fue la educación y, dentro de ella, la reposición de materias que impliquen insuflar en niños y jóvenes el amor a la Patria y la responsabilidad que todos tenemos con ella. Inculcar en las nuevas generaciones sentimientos que hagan realidades de todos los valores tomando en cuenta que el país requiere servicio en lugar de servirse de él. Especialmente por el proceso hiperinflacionario y sus consecuencias que duran hasta hoy, se ha utilizado mucha “cosmética” para disfrazar los hechos y sólo las políticas del dejar hacer y dejar pasar han primado, rehuyendo la aplicación de las leyes y un accionar con la serenidad, la equidad y la autoridad que los momentos álgidos recomendaban. Esas conductas dieron lugar a que Democracia se confunda con anarquía y que la libertad sea lo mismo que libertinaje.
Las pruebas son muchas; tal vez las más fatales y decisivas son las que inicialmente protagonizaron policías carabineros irresponsables, indisciplinados y nada conscientes de sus deberes. Febrero de 2003 y, luego, octubre del mismo año fueron el gran corolario para que los problemas se agudicen y, además, se le agregue la dosis de debilidad donde unos cuantos extremistas han aprovechado situaciones y han desencadenado hechos que anquilosaron al país, lo han desprestigiado, lo volvieron inconfiable y destruyeron perspectivas de ingresar en un desarrollo armónico y sostenido. Hoy, por efecto de los acontecimientos negativos, estamos ante la certeza de un nuevo proceso electoral para elegir Presidente, Vicepresidente, diputados uninominales y prefectos -al margen de senadores y diputados plurinominales que, a esta altura, ya habrán sido designados “a dedo” por sus partidos y no lo serán por el voto de la ciudadanía-.
Hoy, los candidatos a la Presidencia hablan de todo y dejan de lado la urgencia de prometer conciencia de país y actuar con vocación de servicio. Preparan sus programas de gobierno y, mucho más, los discursos que dirán a la colectividad con miras a conquistar su voto. Anteriores procesos electorales han mostrado hasta dónde llegan los “slogans” y las propagandas y las promesas que nunca se cumplieron. El pueblo, aunque parece amnésico, recuerda todo el pasado y espera, una vez más, escéptico lo que puedan decir, prometer y cumplir los políticos. Ese mismo pueblo que acudirá masivamente a los recintos electorales, tiene conciencia de país y espera que los candidatos actúen con el mismo valor.
Las experiencias del pasado y las conductas de estas últimas semanas, muestran la urgencia de que los candidatos - especialmente a las primeras magistraturas- tengan conciencia de país y vocación de servicio; de otro modo, sólo reeditarán lo que muchos políticos hicieron dando lugar a que las angustias de los bolivianos adquieran dimensiones muy grandes.
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