La economía agraria del país se encuentra en momento crítico y excepto la gran producción industrial de exportación de Santa Cruz, está en decadencia y con tendencia a un final ruinoso de grandes proporciones. Casi todos los rubros de la producción de las zonas tradicionales de la agricultura nacional registran descensos sostenidos desde hace años, sin que una serie de medidas adoptadas pueda dar buenos resultados.
El año pasado mostró descenso de la producción de tubérculos, granos, quinua, café, fruta y otros. Concretamente se señaló que la producción de papa, trigo, manzanas, peras, yuca y otros comenzó a escasear en los mercados y, como efecto directo, a subir los precios afectando así a la canasta familiar. La agricultura, en ese sentido, se ha convertido en factor inflacionario.
El caso más notorio de la crisis en este sector económico es el que se refiere a la fruta, artículo de consumo popular imprescindible por su contenido vitamínico y mineral. En efecto, en los mercados públicos y callejeros ya sólo se encuentra fruta extranjera y ha desaparecido casi la deliciosa fruta nativa y sus precios son prohibitivos.
Antes, montañas de fruta nacional embellecían los mercados, ahora se exhibe manzanas y uvas chilenas y argentinas, peras peruanas, kiwi chileno, así como duraznos de origen chileno, argentino, peruano y hasta brasileño. No sólo eso, sino que esos productos importados o de contrabando tienen precios elevados y, lo que es peor, han desplazado del mercado a los productos nacionales. Últimamente han invadido nuestro mercado de consumo toneladas de cerezas chilenas.
En últimos decenios los precios de la fruta criolla subieron en promedio de mil por ciento. Se compraba cinco duraznos por un boliviano y ahora cada uno vale un boliviano. Lo mismo ocurre con la tuna, higos y otros. Las manzanas nativas -siempre que las encuentre- cuestan cinco o seis veces más que antes, etc. También ocurre que la fruta extranjera es de pésima calidad, sólo tiene apariencia de buen gusto y generalmente es más un “corcho” desabrido que carece de los jugos de la nacional. La competencia desleal de productos extranjeros, amparada y fomentada por el Gobierno, ha dado muerte a la industria frutícola nacional.
Se debe recalcar que con anterioridad a la política agraria vigente, así como la práctica de hecho y de derecho del libre comercio con todos los países del mundo, menos con Estados Unidos, los precios ya no se fija con base en la realidad nacional, sino sobre la base de los centros de producción extranjeros.
Es sabido que los precios de los productos agrícolas son fijados en los centros de producción más lejanos y con peores tierras y es con esos precios que se vende en el país las frutas importadas y de contrabando. El precio de la fruta nacional ya no se lo fija en los lugares de producción nacionales, sino en otros países. Esa sería una de las causas principales para que el precio de la fruta nativa tenga precios iguales que los de la fruta extranjera.
El pueblo boliviano se encuentra, pues, haciendo un viraje de 180 grados en lo que se refiere a su alimentación de fruta, hecho que por las diferencias que se encuentra en la calidad y precio de los productos, merece una reflexión oficial de máxima urgencia, aunque generalmente sólo se choca con oídos sordos.
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