Evo neopositivista, Álvaro neopopulista

Los discursos centrales del presidente Evo Morales y del vicepresidente Álvaro García en oportunidad de la re-reasunción presidencial y vicepresidencial, respectivamente, han merecido la atención de analistas y personajes políticos, quienes les dedicaron diversos puntos de vista que se los puede completar con algunas observaciones.

El primer lugar, el discurso de Evo Morales en la Asamblea Legislativa fue neopositivista químicamente puro, que considera que el conocimiento de la realidad sólo se da en estadísticas frías, así como la consideración de la realidad solamente es posible como el análisis del lenguaje y se funda exclusivamente en lo “dado”, sobre los hechos positivos y no toma en cuenta las consideraciones abstractas, sólo los hechos reales. Pareciera querer elevarse por encima tanto del materialismo como del idealismo.

El discurso del vicepresidente García Linera en cambio reconoce a la razón como única fuente del conocimiento, partiendo de las sensaciones idealistas que además afirman que las sensaciones sólo son, en esencia, supervivencias subjetivas.

Pero lo más notable del mentado discurso vicepresidencial es su contenido socio-político que ha confirmado, una vez más, su orientación populista, pero no en el sentido que le dan algunos de nuestros sabios analistas y politólogos, que es una exaltación del individuo, que es la popularidad o el populacherismo, que se coloca sobre las leyes, que está siempre de viaje, que su principio no es otro que el poder y su goce, etc., sino en el sentido ideológico, vale decir que propone construir el socialismo sobre los saldos de la comunidad originaria sin pasar previamente por el sistema capitalista, ideología negada por la realidad y la teoría cien años atrás.

En efecto, el discurso neopopulista del Vicepresidente reitera esas características que ya planteó en libros que publicó y que al parecer ahora trata de perfeccionar o corregir. Sostiene al respecto que el socialismo “se alimenta de nuestra raíz ancestral”, “es comunitario por su porvenir, por sus ancestros”, “para entrar en la lógica comunitaria”. Es decir que ese socialismo se construirá en la comunidad indígena preincaica e incaica, al presente en último grado de descomposición, socialismo que ya no permite -según el iluminado teórico- la existencia del “capitalismo aún vigente, pero decadente” de cuyas “contradicciones” nace como unas gotas que se convierten en un mar.

Ese discurso reitera que “una nueva civilización”, el socialismo sustituirá al capitalismo dominante e implantará, en cambio, “la comunitarización universal de las relaciones humanas con la naturaleza”, aunque ese resultado no será a corto ni mediano plazo, pues, ¡oh terrible desengaño!, “para que esta nueva civilización comunal triunfe se requiere un largo, largísimo (!) y complicado (!!) proceso de transición, un puente, pues este puente es el que llamamos socialismo”.

En conclusión, los discursos congresales fueron antitéticos y mientras uno era neopositivista el otro fue neopopulista, ideología esta última que no sabe hacia dónde está dirigido el desarrollo social y crea una confusión infernal, caos que se confirma, según su autor que dice: “En el socialismo existen muchas formas de propiedad y de gestión de la riqueza, está la propiedad privada y estatal, está la propiedad comunitaria y la cooperativista y una forma de administración de la riqueza que tiene la llave del futuro, la comunitaria” (sic), brillante parrafada que confirma el caos en la economía actual del país, que no tiene norte ni guía ni una luz a dónde dirigirse, no diferencia la derecha de la izquierda, ni arriba ni abajo, ni adelante ni atrás y, como todo populismo desfasado, no va a alguna parte.