Evo Morales inicia su 3° mandato (2015-2020) “inconstitucional”, a decir del magistrado Cusi, con un discurso que trascendió su “poder ideológico” al destacar -¡insiste!- su idea del “vivir bien”, aunque a más de nueve años, una mayoría de bolivianos no lo percibimos ni sentimos satisfactoriamente. En su “posesión” -en las ruinas de Tiwanacu- reiteró su “poder” indiano/populista que, en rigor, con los aportes de Marx, Althusser y Gramsci, denota confusión y por ello, estoy seguro -ahora que la “bonanza” será afectada por la caída hidrocarburífera- forzará su actuar político en base a lo crucial (ideológico) de Maquiavelo y Sun Tzu y así “mantener” su poder.
Este poder ideológico (populista) ya fue advertido por Cannabis en 1796 como un “constructo” de ideas que justifiquen la propiedad privada. Sobre la base de ello es que Marx, en otra dirección, aduce que el Poder (ideológico) es producto sistemático de “ideas y representaciones que domina el espíritu del hombre o grupo social”. Louis Althusser advierte a los Aparatos Ideológicos como forjadoras del Poder ideológico: la educación, familiar, religioso, jurídico, político, social, de la información, cultural, etc., a partir de la “construcción de personas concretas en sujetos”, en cambio, Gramsci advierte que el Poder ideológico entraña un “terreno de lucha de clases”.
Así, el MAS desvirtúa a Marx, delegando representaciones (políticas) a grupos “indiano/populistas” (“en Bolivia ahora gobiernan los indios”, se dijo con alguna altanería), a Althusser porque fuerza la (des)institución para la “construcción” de personas en “sujetos” en un contexto de incertidumbre: lo indígena (cultural) y el trabajador (económico); a Gramsci, forzando una hegemonía (o alianza corporativa) de “gremios” que carecen de una sistemática ideología como “personas”, excepto un interés -grupal- corporativo. Sin vergüenza alguna, se confesó la apropiación de “valores” indígenas para subsumirlas en el Poder populista (burgués).
Todo ello es factible por cinco formas (políticas) de actuar: 1) el conformismo de una generalidad social subsumida en el nomeimportismo; 2) la inevitabilidad de la ignorancia “endilgada” a los indígenas para marginarlos del poder político; 3) la sensación de (algunos) indígenas que pretenden semejanza o pertenencia entre indígenas empresarios e indígenas trabajadores. Sensación que (ficticiamente) denota una “hermandad cultural”; 4) la deferencia, donde -sólo- los dominadores tienen cualidades superiores; 5) el miedo y la violencia que promueven mecanismos de alternancia y generan resignación o imposibilidad de optar libremente.
Así, el poder ideológico del MAS -sigue- “deforme, engañoso y confuso”, insiste en someter (al soberano) a un esquema dado, diferente, a una acción social -colectiva y equilibrada- consciente y orientada a un cambio (democrático) del bienestar social. Mediáticamente, y, con un elevado dramatismo se difunde, sin escrúpulo alguno, un “capitalismo socialista” a guisa de “bienestar”. La (des)institucionalidad como Poder fuerza un “constructo neoindígena” (muchas veces insolidario). Se defenestra a Gramsci al eximir a las “clases”, privilegiando “gremios” cuya característica (colonial) es el interés individual. Finalmente, el Poder ideológico populista se “apropió” de mitos y creencias (indígenas) para articularlos a su discurso” (burgués). Pese a ello, el MAS está a tiempo para “reconducirse” ideológicamente, entre ellos, y respetar la CPE.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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