Mauricio Mamani Pocoaca
Remoquete es sinónimo de apodo, sobrenombre, mote y alias. Es el nombre que suele darse a una persona, tomando en cuenta sus defectos corporales o por sus errores en sus actos en alguna circunstancia. Cada sobrenombre tiene una interpretación particular, en algunos casos puede ser un insulto diplomático, puede sustituir al nombre cristiano cuando se trata de una construcción agradable y hasta convertirse en nombre propio de la persona a nivel local con estilo precolombino; también puede ser grosero, hasta horrible, que dañe la dignidad de la persona.
La construcción de estos apodos es con palabras sueltas o frases y siempre en metáfora. Todos los motes en un inicio al ser interpretados literalmente son chistosos y pueden causar risa, u ocasionar molestia, hasta enojo cuando se analiza el significado profundo de la expresión. Es decir que en su traducción literal no es molestoso el apodo; pero su significado es totalmente lo contrario. Sin embargo, el recibiente del apodo tiene que soportarlo, sin importar que sea bonito u horrible, porque se trata de un denominativo de origen comunal.
Estos dichos siempre han existido desde la oscuridad de los tiempos remotos y actualmente existen. Los sobrenombres con el correr de los años, después de una transliteralización, pueden convertirse en topónimos. Por ejemplo, en la época anterior al imperio incaico, en las orillas del Pacífico habitaban los aborígenes kollas en colindancia con los valles de Concumicahua, donde vivía un cacique con el apodo de “Tili”, (T´ili, voz aymara que significa persona o animal de baja estatura). Sobre este caso, en la época del imperio incaico comentaban de Tili, Chilli y Chili. Cuando llegaron los ibéricos lo convirtieron en Chile.
Los sobrenombres, mitos, insultos, cuentos locales o etnocentrismos regionales, tanto antiguos como modernos, en la construcción desde su origen siempre han tenido una relación con el sistema dual andino y su respectiva metáfora. En el pasado a partir de su territorialidad se distinguían: Urinsaya -Aransaya, arriba-abajo, indio-q´ara, sagrado– profano; en sus conversaciones también practicaban el dualismo el bien- el mal, pena-alegría, seriedad-chacotería, veneración-irreverencia, respeto-sarcasmo, obediencia y desobediencia.
En una conversación entre dos o más personas, cuando se nota que están tristes por alguna razón, a alguien se le ocurre lanzar un apodo al referirse a un sujeto; esa actitud provoca risa dentro del grupo y hace cambiar de la tristeza a la alegría. Por lo tanto, un remoquete dentro de la cultura andina forma parte de una chacotería, pero nada en serio y todo con la risa. Conste que en reuniones formales o concentraciones está totalmente prohibido.
Si realizáramos un estudio de caso, escogiendo al azar a una comunidad en cualquier parte en la región andina, encontraríamos en más de un 50% de sus pobladores, a hombres y mujeres con sobrenombres. Estos apodos, como ya hemos dicho, tienen su origen dentro de la comunidad, sus inventores son los mismos que se inspiran sobre el mal y el bien proceder de una persona, sobre la base de sus características especiales, defectos físicos, y una mala conducta fuera de las normas comunales puede ser suficiente para dar origen a un apodo.
En la actualidad los sobrenombres son una mezcla de aymara, quechua, español e incluso con palabras soeces imitadas de los medios de comunicación radial y televisiva. Los discursos mítico y utópico, como nos consta en estos últimos años, nacen desde el Gobierno Central dirigidos al público. Casi todos los días escuchamos simples relatos populares desde la elite gubernamental hacia el pueblo en sus concentraciones, donde resaltan los apodos como: “Qututu”, Cholango”,“Vincu Vincu” dirigido a ciertas autoridades; pero desde las bases hacia al autor del discurso también están de moda y dicen: “Obra gruesa”, “Tarzán” y “Larama”. Entre todos los mencionados, el peor es el último, literalmente significa azul, pero su significado es horrible porque se trata de la voz principal del patrón hacia su colono en la época de pre reforma agraria de 1953. En el idioma aymara los colores tienen un profundo contenido, por ejemplo el verde significa “gran traidor”. Además, estos condimentos no deben estar en un discurso político, no es ideológico, sino una simple chacotería del momento.
En la cultura andina si bien hay momentos de risa a nivel comunal de mucha confianza; sin embargo también existe la seriedad y el respeto entre el pueblo y las autoridades, las formalidades según la norma comunal en el trato a la superioridad y viceversa es hasta ceremonial, siempre está presente el protocolo y diplomacia; respetos guardan respetos, sino todo es chacotería y nada en serio. El autor es antropólogo.
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