Punto aparte
Resulta merecedor de una novela el caso de un detenido en la cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, quien, a pesar de haber confesado ser el co-autor de dos actos de “terrorismo”, en memorial presentado al tribunal que le sigue el juicio, junto a otras 20 personas, éste persiste en llevar adelante la causa, que fue instaurada por el Ministerio Público, a instancias del Ministerio de Gobierno.
La sorpresiva culpabilidad que asumió, lo hizo con el propósito de que el juicio penal que lo involucra como “terrorista” le imponga una sentencia abreviada, como prevé el Procedimiento del Código Penal vigente -reformado en 2014- para casos de esta naturaleza.
Discrecionalmente, los tres fiscales que actúan de acusadores en el juicio impidieron que se lea el memorial en sala plena, como correspondía. Pero, como no podían ignorarlo, tomaron conocimiento del mismo y anunciaron que en 24 horas concertarían con el acusado la penalidad abreviada que pidió se le imponga.
El memorial fue presentado el 8 de enero y hasta ayer, al menos, no hubo la concertación a menos que se la guarde en reserva. Sin embargo, los fiscales están obligados a presentar su requerimiento al Juez de la causa, estableciendo los términos del juicio abreviado.
¿Por qué los fiscales no cumplen con esas dos acciones jurídicas? ¿Incurren en negligencia? ¿O no tienen la libertad de hacerlo? ¿Y por qué puede ocurrir esto? ¿Porque dependen de lo que les ordenan las autoridades que dispusieron la apertura de la causa? Si fuera esto último, lo que se pretendería es evitar otra prueba fehaciente de que la justicia en Bolivia está subordinada al poder central.
El caso, sin embargo, no es tan simple; tiene antecedentes muy comprometedores. Quiénes lo incluyeron en el Juicio sobre Terrorismo y Separatismo, antes lo contaban como a su colaborador. En tal condición, lo infiltraron en la célula de la que se sospechaba sería la autora de tales delitos.
Una vez dentro de ella, ha sido nada menos que el chofer del cabecilla de la misma. Al llegarse a este punto, es preciso recordar que tres de sus integrantes, incluyendo a éste, fueron muertos en un operativo policial, en el hotel donde se alojaban, en Santa Cruz. Otros dos están todavía presos en la cárcel de La Paz, desde 2009, que es cuando acontecieron las ejecuciones.
Antes de ello, lo utilizaron también para que sea el co-autor de las bombas explosivas colocadas en la puerta de la casa del Cardenal Julio Terrazas e, igualmente, en la de un dirigente del MAS en Santa Cruz. ¡Sólo con esta sustentación, se abrió la bullada causa!, a la que un distinguido colega la identifica en sus columnas de opinión como el “Juicio del Siglo”.
A todas luces, es posible ya deducir que el juicio es una ficción novelesca, aunque en la realidad es un drama humano, al continuarse el juicio político a 21 personas. Algunas permanecen encarceladas desde 2009. El resto recurrió al exilio voluntario.
Otro de los capítulos impresionantes de la novela es que el co-autor confeso de los dos “atentados”, involucró como a sus instigadores o cómplices a policías y funcionarios del Gobierno. La diferencia es que él tiene ya varios años en la cárcel, en tanto que los últimos siguen gozando del “Bien Vivir”.
Antes de su encarcelamiento, cuando era aún colaborador, seguramente su presencia en el país era incómoda. Entonces, se optó porque salga del país. Para acallarlo, simularon darle un jugoso soborno. ¡Oh sorpresa! Alguien filmó el acto, que después se lo divulgó por los medios televisivos.
Como seguían suponiendo que era hombre suyo, repentinamente lo hicieron volver al país, pero les resultó fatal. Éste se desligó de las ataduras que lo ligaban a los promotores del drama. Peor aún, se identificó como su víctima. De ahí que lo incluyeron en el juicio y ahora está sujeto al encarcelamiento que se prolonga hasta hoy.
El juicio abreviado que pide, como autor confeso de dos “atentados”, en el fondo es otro capítulo intrigante de la novela.
El silencio que guardan los tres fiscales del caso expresa mucho. Si prospera el acuerdo sobre el juicio abreviado, implícitamente quedaría en evidencia pública que en los dos “atentados” tuvo de instigadores o cómplices a funcionarios que obedecían órdenes superiores.
Al haberlos identificado a éstos, con nombres y apellidos, así como de los grados que tenían y puestos públicos que desempeñaban, también tendrían que ser sometidos al “Juicio del Siglo”. Pero, como esto no debe ser posible, la trama de la novela terminaría en un intento fallido.
El abogado del “terrorista” sostuvo que lo que dice su cliente “cambiará el curso de este caso, para todos es conocido que las bombas inician el caso terrorismo. Si tenemos un autor, qué hacen los detenidos? El caso terrorismo debería acabarse, no debería ser. No habría razón para seguir el proceso”.
Así, el juicio novelesco, aunque con tantos involucrados, sería nada más que un símil del que sufrió, en otro tiempo, el célebre escritor inglés Oscar Wilde, por el “delito” impío de haber sido homosexual.
El drama de la novela puede concluir en una tragedia. El “terrorista” confeso tiene la salud muy deteriorada originada por la diabetes que padece. A las audiencias judiciales acude en silla de ruedas. Más de una vez se indispuso y tuvo que ser retirado de la sala.
En la fase actual del juicio, se constituyó en el personaje central de la novela. Pero, por las malas condiciones de salud en que se debate, el epílogo puede ser una tragedia. Como la que sucedió, hace dos años, con un eminente ingeniero de rango internacional, al que le instauraron 22 juicios en 5 ciudades del país. Al hacerle subir a una audiencia en La Paz, perdió la vida, a pesar de una advertencia médica.
En la apertura del juicio los acusados eran 39, pero sólo 21 asisten a defenderse de él. Se desarrolla en la ciudad de Santa Cruz. Como en las novelas, ocurren situaciones insólitas, en la trama de este caso, no podía faltar algo como esto: se halla a cargo de un Tribunal de Sentencia de La Paz. ¡Qué tal!
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