Buscando la verdad
Con motivo del cumpleaños de mi esposa, decidí hace unos días escribirle unas líneas por Facebook, agradeciéndole entre muchas cosas, el haberme tenido por digno de llegar a ser su esposo -aunque, lo acepto- no fue fácil… Me sorprendió que mucha gente se manifestara de inmediato no sólo dando el clásico “me gusta” sino comentando también. Pensé que la causa era una foto de hace 32 años que coloqué, cuando sonrientes y jovencitos ¡ni idea teníamos de lo que sería nuestra vida de casados!
Empecé a preocuparme cuando los comentarios no venían sólo para mi esposa sino también para la pareja, opinando que nuestro matrimonio era un referente, ejemplo a seguir, digno de imitar, admirar, etc. Respondí que si algo bueno veían en nosotros, era fruto de la obra restauradora de Dios en nuestras vidas, porque sin Él, su gracia y misericordia, nada digno hubiera de admirar o imitar.
Al celebrar el 8 de febrero un nuevo aniversario de bodas, tengo que confesar con la mayor sinceridad que -aunque no lo parezca- no somos “el matrimonio perfecto”, pero sí tenemos un matrimonio feliz, aunque no fue fácil lograrlo.
Escribo esta columna para abordar el tema de la relación matrimonial, porque es bueno que se sepa que todas -absolutamente todas las parejas en el mundo- tienen dificultades, aunque no todas saben cómo resolverlas.
Siendo consejeros matrimoniales con mi esposa Jannet, cada vez nos damos más y más cuenta que las diferencias culturales, sociales, de personalidad y carácter, la condición económica, experiencias vividas y hasta las interferencias externas e internas al matrimonio -como los consejos de familiares y amigos o las actitudes de los hijos- afectan la relación de pareja, muchas veces, para mal.
Aprendimos que la condición para solucionar las diferencias, es perdonar. Comunicarse, hacer saber lo que se piensa, lo que se siente y lo que se espera es determinante. ¡Cuántas veces hacemos sufrir a nuestra pareja sin saberlo!
Hablo con conocimiento de causa ya que nuestro matrimonio ha sufrido y aún sufre tales embates. Entonces, ¿por qué nos ven dichosos? Porque después de muchos años de querer cada uno cambiar al otro para ser feliz, entendimos que la felicidad consiste en hacer feliz primero a la otra parte: ¡eso es amar!
¿Qué nos ayudó a lograrlo? El saber que Dios nos amó, nos perdonó y nos aceptó, tal como éramos. El entender el verdadero significado del perdón, a través del más bello ejemplo de amor de la historia. Saber que “el amor no es algo, es alguien…¡es Jesús!”.
El autor es economista, Magíster en Comercio Internacional.
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