Después de muchos años se ha vuelto a escuchar la palabra “producción” en el lenguaje de las autoridades, empresarios e intelectuales. Esa palabra había desaparecido o era muy extraña en la temática diaria de la población boliviana. Sólo se hablaba de comercio, importaciones, contrabando, desempleo y otros conceptos relacionados con la economía.
Esa actitud negativa en relación con el principal aspecto de las actividades económicas, que es la producción, era cada vez más visible y que la ciudadanía se incline a la burocracia como sistema de vida. Así mismo, grandes sectores sociales empezaron a dedicarse al comercio o intercambio de mercancías, alejándose, por tanto, con mayor frecuencia del factor fundamental de la producción.
Esa forma de ver las cosas empobrecía al país (como sigue ocurriendo), pues el intercambio de productos no produce valor, ya que únicamente la actividad productiva tiene la virtud de crear riqueza. En efecto, la ruina de la agricultura, la industria, la minería, etc. fue creando desempleo, hecho que obligó a cientos de familias a migrar a las ciudades para dedicarse a la única posibilidad de encontrar de qué vivir, es decir al comercio “hormiga”. Es más, desaparecida la forma de ventas al por mayor, apareció el comercio minorista con carácter masivo, fenómeno que al presente se presenta en todas las ciudades, creando grandes dificultades.
La desaparición de la mediana y grande producción, y la aparición, en cambio, de la pequeña producción determinó para la economía nacional efectos negativos. En efecto, aparecieron el pequeño comercio y el pequeño consumo originando, por consiguiente, el empobrecimiento colectivo de la población y ni qué decir del Estado que, sin embargo, tuvo la suerte providencial de gozar durante el último decenio de altos precios de las materias primas, ya que si éstos no se hubiesen producido, hubieran colapsado las mejores intenciones de desarrollo de las autoridades.
Semejante derrumbe del factor producción estaría, no obstante las dificultades, por ser sustituido por una etapa en la que la producción será el objetivo principal de los planes oficiales y de interés de la población. Al respecto, en esferas oficiales se empieza a notar cierto interés por el concepto “producir”. Pero esa actitud se ha presentado con mayor incidencia entre el empresariado, cuyo presidente dijo que la empresa privada está interesada en contribuir a desarrollar la economía, produciendo más bajo principios de generación de valor agregado y su articulación a la matriz productiva nacional, opinión digna de apoyo, ya que según el representante de los empresarios privados, el 80 por ciento de lo que comemos y el 70 por ciento de lo que vestimos se importa, algo que causa preocupación y que es necesario encarar.
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