Es innegable que la crisis del petróleo obliga a evitar repetir errores en el campo de la imprevisión en los gastos y en la producción. Innegablemente, en el país hemos descuidado seriamente la producción atenidos a la presencia, cada vez mayor, de mejores ingresos debido a las exportaciones de gas a la Argentina y al Brasil y, fundamentalmente, a los altos precios del gas.
El no haber tenido participación con el trabajo, gubernamental o privado, en el aumento de los precios internacionales del petróleo, ha sido causa para los descuidos, puesto que desde hace décadas se explota los mismos campos de petróleo y gas y no debido a esfuerzos de los últimos nueve años, tiempo en el que nada se hizo por conseguir nuevas napas petroleras ni se vio la necesidad de explorar nuevos campos.
Pero, el no hacer nada en lo referido a los hidrocarburos, no implica que en otros rubros se haya hecho algo; al contrario, se descuidó completamente la producción y, en casos, se anquilosó y hasta suprimió muchas de esas fuentes. Muy diferente hubiese sido la situación si se incentivaba la producción, se ampliaban los campos de la economía, se pensaba en el valor agregado y se hacía esfuerzos para mejorar las exportaciones. La dejadez y el nomeimportismo se han encargado -no sólo en los niveles gubernamentales sino también en los privados- de crear condiciones para el “dejar hacer y dejar pasar”.
Ahora, reconociendo que lo hecho ya está consumado y sus resultados consumidos, lo importante es encarar el futuro creando riqueza mediante la industrialización de las materias primas que producimos para darles valor agregado y ampliar los horizontes de nuestra economía a través de nuevas inversiones; todo ello generará empleo que, en sus resultados, permitirá combatir a la pobreza. La situación económica y social del país es diferente a la imperante hasta el año 1952; hubo muchos cambios que es preferible aprovecharlos constructivamente. Hoy, podemos decir que hay cierta holgura económica y existen las posibilidades para cambios efectivos en la producción.
Alcanzar el desarrollo no sólo es producir más y mejor logrando los medios necesarios para diversificar la economía y ampliar las perspectivas de mejorar las condiciones de vida; es, en todo caso, mejorar la calidad de la educación y de los servicios de salud, es decir humanizar efectivamente los dos medios que permitan la superación de las enfermedades, de la desnutrición, del analfabetismo y de otras lacras que lastiman a nuestra sociedad.
Debemos buscar, pues, un desarrollo integral que parta efectivamente de un aprovechamiento sistemático de lo que tenemos y podemos sacarle beneficios; en otras palabras, no estar supeditados a que se nos den los medios sino lograrlos por los méritos y condiciones que impriman a su vida y quehacer gobernantes y gobernados.
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