Convenciones multilaterales de carácter continental recomendaron, en el periodo diplomático comprendido entre 1936 y 1940, del siglo pasado, la solución de diferendos internacionales, de manera pacífica, como signo de una convivencia civilizada.
“Toda diferencia o disputa entre las Naciones de América, cualesquiera que sean su naturaleza y su origen, será resuelta por la vía de la conciliación, del arbitraje amplio o de la justicia internacional”, sostiene el inciso d), del punto III, de la “Conferencia interamericana de consolidación de la paz”, realizada, en Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1936.
“Todas las diferencias de carácter internacional deben ser resueltas por medios pacíficos”, señala la parte II del sector resolutivo de la “Declaración de Principios Americanos”, aprobada, en Lima, el 24 de diciembre de 1938.
“Que se empeñarán igualmente en resolver de manera amistosa y en el menor plazo posible las diferencias que existan entre ellos…”, indica el parágrafo III de la “Declaración sobre mantenimiento de la paz y de la unión entre las repúblicas americanas”, que surgió de La Habana, el 30 de julio de 1940.
A pesar de haber decisiones tan trascendentales, que en su época sacudieron la conciencia de las naciones americanas, Chile continúa inmerso en la mentalidad conquistadora e invasora del Siglo XIX. Con esta afirmación quisiéramos significar que ese país, y así lo corrobora el canciller Heraldo Muñoz, no ha cambiado de actitud en relación con la demanda marítima boliviana. Prueba de ello es que no da crédito a los mecanismos de solución dialogada, amistosa y concertada para el centenario conflicto. Pretende perpetuar el encierro geográfico de Bolivia, que es consecuencia de la salvaje invasión de 1879, con argumentos que tratan de confundir no sólo a la opinión pública mundial sino al alto tribunal de la Organización de Naciones Unidas.
Chile cree que su soberanía está amenazada por intereses externos, falta que diga por la demanda marítima interpuesta por Bolivia. Empero esa percepción no es de reciente data, es decir que habría surgido a raíz de la presentación de aquel recurso legal, sino desde el momento mismo que invadió territorio patrio con fines expansionistas. Desde entonces el vecino transandino tuvo esa percepción y en consecuencia vive en permanente zozobra.
Esa percepción hizo inclusive que Chile se haya potenciado bélicamente hasta los dientes. Ciertamente Chile tiene cuentas pendientes con sus vecinos y, particularmente, con “Bolivia, aunque encerrada en sus breñas por el infortunio, forma parte de la familia americana con todos sus derechos y todas sus obligaciones. Facilitarle, pues, de más en más, el acceso de los grandes mercados y a los grandes caminos del orbe, es un deber de justicia y de hermandad”, decía Adolfo Costa du Rels (“Homenaje a Bolivia: 1825 – 6 de Agosto – 1941”, Buenos Aires, 1941, pág. 22).
En suma: Chile hoy ignora todo principio amistoso para solucionar el centenario enclaustramiento de Bolivia.
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