Desde hace mucho tiempo, hay preocupación en la colectividad sobre el estado de abandono que existe en nuestras amplias fronteras. Son muchos los miles de kilómetros que nos conectan con Brasil, Perú, Argentina, Chile y Paraguay como para descuidarlas. Si bien hay “contingentes” de pocos soldados (8 a 10 como máximo) en pocos puestos fronterizos, resultan insuficientes para resguardar muchos kilómetros que están a su vigilancia y cuidado.
Muchas veces, en niveles militares especialmente, se ha sostenido que eso sucede por “falta de dinero para atender las fronteras”. Posición muy cómoda y, además, falsa, porque el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas -al margen de decenas de empresas que atienden éstas y que nadie sabe cómo funcionan, qué y cómo producen- cuentan con presupuestos siempre más altos que los que tienen los rubros de educación y salud que, en resumidas cuentas, son más necesarias e importantes que mantener un ejército que ni siquiera puede cuidar las fronteras.
Muchas veces, más por demagogia y populismo, todos los gobiernos han señalado la necesidad de “potenciar a las FFAA” y la comunidad nacional se preguntó siempre: potenciarlas, ¿para qué? ¿Con qué objetivo? ¿Siquiera cuidarían las fronteras? ¿Dedicarían esfuerzos a crear fuentes de producción en tierras aptas para la agricultura, la minería y otras actividades? ¿Construirían puentes y caminos? ¿Cuidarían que todos los planes y determinaciones de la Participación Popular funcionen como es debido?
Nada de lo dicho se hace y, a lo mucho, hay algún contingente en el Lago Titicaca, donde están asentados pocos soldados de la Fuerza Fluvial y Lacustre. Con seguridad, seguramente algunos otros sitios del oriente del país también están a cargo de esa fuerza. Pero, el resto, ¿cómo y cuándo aporta algo al desarrollo nacional?
Hace muchos años, en la década de los años 70, surgió una idea muy positiva: crear Núcleos Poblacionales en las fronteras y que estén a cargo de las Fuerzas Armadas. Para empezar, que se lo haga a 50 kilómetros de la frontera, que los reclutas de los pueblos aledaños presten servicio en esos sitios, donde se los entrenaría en labores de albañilería, carpintería, mecánica, talabartería, electricidad y otras profesiones medias; al ser licenciados se les ofrecería hectáreas de tierra y ellos serían los que, previos entrenamientos, formarían los núcleos poblacionales con todos los servicios, al margen del cuartel, como escuela, posta policial (atendida por el ejército), registro civil, oficina de identificación personal y, por supuesto, iglesias y todo lo que requiera la atención espiritual y educativa. Lógicamente, las dependencias de salud tendrían prioridad en los proyectos.
Habría mucho por hacer para resguardar nuestras fronteras. ¿Presupuesto? Utilizar el mismo -y mejorado, si es posible- que se utiliza para pernoctar en ciudades y centros poblados donde nadie necesita de la entidad armada.
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