No sólo se trata del carnaval en sí, que bien se sabe es la fiesta en la cual se permite cierta permisividad y descontrol durante los días de su realización aquí y allá, y no en vano se dice que el diablo anda suelto porque además es la festividad de la carne. Se puede asegurar que casi todo sucede en esas fechas, e incluso es por ello que se consiente la utilización de máscaras, antifaces, y otros elementos que cubren el rostro.
Precisamente, el cuento surgido del ingenio popular, en tono de chiste, e incluso de seriedad, da cuenta de esa situación al hacer hincapié en que luego de las carnestolendas, transcurridos un par de meses o algo más, los progenitores de una mujer de pueblo al notar que la hija está embarazada le exigen revelar quién es el padre, a lo que ella sólo atina a responder: ¡el pepino!
Cierto o no, no deja de ser evidente que hayan ocurrido situaciones similares, ya que en la fiesta de la carne, lo han dicho, virtualmente todo está permitido. En fin, existen quienes las disfrutan y gozan al máximo, constituyendo quizá la mayoría, pero no dejará de ser embriagante para el conjunto. Como fuere, Bolivia, la región, el mundo, festejan esta celebración de antigua data, y según pareciera, le resulta muy difícil a cualquiera el abstraerse de sus influjos. Es por ello que desde las esferas oficiales hasta se dispone la distribución gratuita de preservativos, no sólo en el país, sino en la mayoría de naciones de este ancho y extenso mundo. Ni duda cabe entonces que ¡el diablo anda suelto!
Dicho esto, ahora se debe hacer énfasis en el eterno carnaval que, también se vive no sólo en estos sitios, sino en distintos lugares del orbe. Nos referimos a la falta de seriedad, responsabilidad, y disciplina que se debe mostrar en la atención y solución de problemas que se presentan en la sociedad. El eterno carnaval al que aludimos, aquí está relacionado, por ejemplo, con la proliferación de comerciantes callejeros que copan virtualmente todas las aceras y parte de las calzadas de manera arbitraria, sin que exista autoridad que pueda poner coto a semejante escenario negativo que pone en peligro la integridad física de todo transeúnte. El carnaval en este caso es eterno, porque los denominados gremiales han venido a constituirse prácticamente en dueños de esos espacios públicos.
Lo mismo ocurre en el caso de quienes no pagan impuestos, internan y expenden ropa usada, se dedican al contrabando, y ni qué decir de los malos operadores y administradores de la justicia, etc. por lo que, estos, viven eternos carnavales y en jauja. De manera que, como se advertirá, bastaron algunos ejemplos para comprobar que incuestionablemente ciertos sectores gozan de una eternidad carnavalesca. La pregunta es: ¿Algún día será así para todos?
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