Hay que ch’allar al país

De acuerdo con mi “Diccionario del cholo ilustrado” publicado hace varios años, la palabra ch’allar corresponde a una superstición mestiza que nos induce a honrar u ofrendar algo a la Pachamama (Madre Tierra) para obtener de ella protección y buena suerte.

Como yo creo en Nuestro Señor Jesucristo, nunca dediqué nada a la famosa deidad, aunque de reojo la miré con respeto por si acaso tuviera que solicitarle algunos favores.

Sin embargo tiene razón el filósofo español Ortega y Gasset al decir: “Yo soy yo y mis circunstancias”, siendo las mías una cultura mestiza representada hoy por una chola cochabambina que no sólo me comunica las noticias que se producen en Bolivia y el mundo, sino que alegra mis días y encima me presta plata, aunque ésta fuera con elevados intereses y plazos larguísimos.

Fue ella que en medio de estampidos, mixtura y serpentinas irrumpió esta mañana en mi domicilio privado para anunciarme a gritos que hoy es Martes de ch’alla y deberíamos acercarnos a la Pachamama para solicitarle protección y ayuda.

Al ver mi alcoba conyugal llena de serpentinas y mixtura alcé mis ojos al cielo pidiendo perdón por esta invasión alegre de la Pachamama a mis predios conyugales siempre tan venerados, para luego invitar a mi comadre Macacha a trasladarnos a mi escritorio y escribir juntos una crónica sobre el Martes de ch’alla y las principales noticias del día.

Dije inicialmente a la cholita nacida en Quillacollo que siendo ambos muy querendones de nuestro país, le implorásemos a la Pachamama protección y ayuda para Bolivia, pues los encargados constitucionalmente para hacerlo se hallaban bailando y otros organizando las próximas elecciones.

Macacha elevó una oración mental y echó pisco sobre la tierra por la creencia de que la Pachamama debería absorber alcohol en este día tan especial.

Continuamos con el ritual de seguir dando de chupar a la Madre-Tierra, pidiéndole a mi comadritay que le contase a la Pachamama el escándalo que se armó en nuestro país a raíz de la denuncia hecha pública por el Contralor de la República acerca del destino festinatorio que se dio a muchos millones de pesos bolivianos a cargo de organizaciones indígenas que se repartieron el dinero festinatoriamente. La cholita siguió echando pisco sobre la tierra para que ésta lanzara lágrimas de vergüenza y repudio.

Como se hallaba muy cercana la fecha de un accidente que sufrió uno de los vagones del teleférico, Macacha también rogó a la Pachamama protección para el teleférico, preces a las que me uní sin tener demasiada fe en mis súplicas, pues me parece que la Pachamama no sabe mucho de ese moderno sistema de traslado de pasajeros por el aire.

No podía concluir ese día tan significativo sin que Macacha no me invitara a servirnos un puchero de carnaval cocinado a la usanza cochabambina. Dios la bendiga por ello, porque me parece que la Pachamama no me tiene mucha simpatía.