Juan Bautista del C. Pabón Montiel
El candombe nacional prosigue, con un leve paréntesis del carnaval oficial que dura una semana formal, el resto es un carnaval informal. Desde las elecciones nacionales hasta las municipales, son una obra de mal gusto y pésimos escenarios en los que se derrocha pobreza de imaginación y golpes arteros con globazos de uno que otro desubicado.
¿Quiénes o quién se alegra? Se alegran los que están en el poder, los que tienen dinero; los que se prestan para chauchitar lo prestado; luego llegan los remates con intereses y con un puntapié los afectados van a la calle. Esta realidad la observamos y sentimos en parte del oriente boliviano, en la que confiesan que son “alegres”. También en el collao se bebe, hasta caerse de bruces y terminar en una acera, o en Oruro, bajo los asientos, con derroche de ropa interior y condones.
Como mofa y contradicción, el Ministerio de Comunicación pasa sus singles u otras cuñas por radio con majadería aterradora, cada media hora o quince minutos: “...No queremos más alcohol, no queremos más violencia” y con un lloriqueo jeremiaco de una actora que fatiga con sus imploraciones...
Pero alegría y civismo se “derrocha”, como expresan algunos locutores en desfiles cívicos y en fiestas patronales. En nuestra ignorancia, nunca entendimos las historias del civismo, menos encontramos una forma de recoger el “civismo derrochado” por estudiantes e instituciones en los homenajes y desfiles forzados y controlados con fichas.
Así vivimos mintiéndonos, auto-engañándonos, en tanto deberíamos estar de luto, porque un 14 de febrero de 1879, Chile tomó nuestras costas con un zarpazo artero, tiempo en que la distancia con la capital gubernamental era enemiga de Bolivia, incomunicada, feudal y caudillista. Pero no fue por culpa del carnaval, famosa “historia” desmentida por la película “Amargo Mar”, ya que los culpables fuimos nosotros que vivimos entre el cuartelazo republicano de 1828, pasando por los crímenes o “Matanzas de Yáñez” del Siglo XIX y los asesinatos de la centuria del XX, del 15 de enero de 1981. Todo quedó impune, con un soldado o dos presos en Chanchocoro, los demás cómplices civiles, políticos de peso, han desaparecido o por muerte natural, o supieron escabullirse, con callos en las rodillas.
Final, que siga el carnaval, con condones, derrochando miserias, bebiendo hasta vomitar; parando a un país parado donde los precios de materias primas se derrumbaron; sigue la irresponsabilidad consuetudinaria de choferes, donde se nos “obsequiará” una “cuota de muertos” carnavaleros.
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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