El Gral. Laurencio Silva nació en la población de El Tinaco, Venezuela, en 1791; sus padres fueron el español José Dámaso de Silva, Alférez Real de la Capitanía, y María Casilda Flores, nativa de El Tinaco.
Producida la reacción realista a la revolución en 1811, Silva se incorporó a las tropas patriotas obteniendo el grado de Subteniente en 1812. Su escala castrense puede resumirse así: Sargento voluntario, Subteniente en Coro, Teniente en Bárbula, Capitán en San Mateo con Bolívar, Teniente Coronel de Páez en Calabozo, Coronel en Carabobo ascendido por el Libertador; General de Brigada en Ayacucho, y General de División en Tarqui.
Durante 14 años batalló por la independencia americana.
El Gral. Silva tenía a su mando a los famosos llaneros de Colombia, cuyas armas consistían en: “Lanzas finas con cabo de tres varas y media que las manejaban con ambas manos, llevando las riendas del caballo atadas a una rodilla y al que lanceaban lo sacaban en vilo de la silla”.
En 1824, concluida la batalla de Ayacucho, Antonio José de Sucre al ver al Cnel. Silva teñido en su propia sangre por las heridas recibidas, impresionado manifestó: “Envidio las gloriosas heridas de Silva”.
El Gral. Silva participó en la toma del último bastión realista en el Perú, en la fortaleza del Callao, bajo las órdenes del Brigadier español Rodill.
Desintegrada la Gran Colombia en tres estados, Venezuela, Colombia y Ecuador, el Libertador fue derrocado como Presidente, perdiendo su poder político, siendo confinado, expulsado enfermo, iniciando su Vía Crucis hasta su muerte en Santa Marta, en la Nueva Granada.
Conocedor de estos acontecimientos, allí fue el Gral. Silva. Simón Bolívar se complació al verlo, nombrándolo uno de sus albaceas. Cuando lo vestía el Dr. Paul Reverand, su médico, se dio cuenta de que la camisa para ponerle estaba deteriorada, manifestando: “Bolívar aun cadáver no viste ropa rasgada, si no hay otra voy a mandar por una de las mías”. De inmediato el Gral. Silva trajo una de las suyas.
Creada ya la República de Bolivia, le tocó visitar la ciudad de Potosí, famosa por sus minas de plata. El 3 de octubre de 1825 llegó a Potosí junto a la comitiva del Libertador, siendo recibidos por el Gral. Millar, jefe político de la ciudad, junto a representantes del cabildo, autoridades, clero, gremios y pueblo en general.
El 26 de octubre se efectuó la ascensión a la cumbre del Cerro Rico. Bolívar inició la marcha acompañado de la misión diplomática argentina; los generales José Miguel Lanza y José María Pérez de Urdininea; los generales del ejército Libertador: José María Córdova, José de La Mar, Jacinto Lara, Florencio O’Leary, José Laurencio Silva, Braun y otros; sus edecanes, coroneles Wilson, Ferguson, De la Croix, más autoridades locales.
El 28, día del santo del Libertador (San Simón), Potosí decidió echar la casa por la ventana, con festejos, bailes, serenatas. El festejo central era el gran baile, realizado en las Cajas Reales; el Libertador con la agudeza que lo caracterizaba, notó que nadie quería bailar con el Gral. Laurencio Silva. Como él era de un color aceitunado, entre la concurrencia resaltaba en comparación con los oficiales europeos del Libertador. Además en Potosí no había casa que no contara con negros adquiridos, confundiéndolo.
Consciente de esto, el Libertador se acercó a Silva, diciéndole: “Señor José Laurencio Silva, general venezolano, ilustre prócer de la independencia sudamericana, héroe de Junín y Ayacucho, a quien Bolivia debe inmenso amor, Colombia admiración, Perú y Venezuela eterna gratitud, sabed que el Libertador quiere honrarse en bailar un vals con usted”. Bailó un rato con él.
Desde ese momento no le faltaron parejas.
El Gral. Silva murió a los 81 años, después de ocupar los Ministerios de Guerra y Marina.
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