El sistema terminó con Carlos Villegas

El 1 de febrero de 2009, el Gobierno designó al licenciado Carlos Villegas Quiroga como Presidente Interino de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), con la misión de “transparentar la administración de la empresa, efectuar una auditoría, ver los contratos, el manejo de dineros y otras tareas”. El nombramiento se dio en sustitución del señor Santos Ramírez, Presidente Ejecutivo de YPFB hasta esa fecha. El licenciado tenía todas las armas que provee una buena educación para triunfar en esa gran misión, excepto una desventaja, no había trabajado anteriormente en el sector público y en especial en una empresa pública tan grande como YPFB, según dijo en un programa de TV.

La diferencia entre esos dos nombramientos era clara, el señor Santos Ramírez era el típico “politiquero” que iba a esa alta posición con un solo propósito, desvalijar lo más posible a la empresa, su proyecto le salió mal y terminó, como todos conocemos, en la cárcel. En cambio el señor Villegas era un digno profesional que seguramente pensó que tenía una gran oportunidad para hacer de la empresa un ejemplo de lo que deberían ser las empresas públicas nacionales y se entregó de lleno a cumplir el mandato.

En primer lugar, debo aclarar que ser la máxima autoridad ejecutiva (MAE) especialmente de una entidad de la magnitud de YPFB, es una carga extremadamente pesada para una sola persona, y más aún en esta época, en que la Contraloría prácticamente no existe y, por tanto, el ejecutivo debe afrontar solo todas las dificultades que se le presenten, sin que nadie lo colabore en temas de control.

La variedad de problemas con que se encontró fueron: descontrol salarial, nepotismo, contrato de personal técnico que en realidad no lo era, firma de contratos para adquisiciones internas y externas con la actual modalidad de “adquisiciones directas”, manejo de altas sumas de dineros por algunos funcionarios de la empresa, sin explicación alguna, mal manejo de depósitos, descontrol en el manejo de recursos humanos, pagos de facturas y otras adquisiciones para propósitos extra empresa, corrupción galopante y tantas otras irregularidades que se producían. Eran tan grandes que empezaron a afectar su salud, provocándole ese “estrés” que irrumpe en las personas que procuran resolver los problemas, pero al ver que sus esfuerzos son inútiles e insuficientes, les invade esa sensación de derrota que termina por enfermarlos.

Esos casi cinco años de difícil gestión ejecutiva, sin apoyo efectivo de nadie y menos de una entidad de control especializado, fueron predisponiendo su organismo para contraer una patología mucho más grave que derivó en el cáncer final. Lo que comento está basado en mi propia experiencia de trabajo en el sector público durante más de 30 años de funciones, situación que me permite analizar con conocimiento de causa la calidad de administración pública que tenemos al presente.

Por otra parte, se ha publicado con mucha regularidad artículos de análisis en las páginas de Opinión de los periódicos locales, advirtiendo sobre la inconveniencia de no contar con una Contraloría técnica eficiente e independiente, como apoyo al desempeño de los funcionarios públicos en general, pero a nadie interesó ni le interesa este tipo de temas, ni al pueblo que todo lo acepta y apoya y peor aún a los “políticos (as)” que deberían conocer estos asuntos, pero sólo andan tras de cargos y, por tanto, son lo directos responsables de lo que sucede en lo relativo a la corrupción; tampoco interesa a politólogos (as), peor a analistas, ni siquiera a la UMSA, de la que salió Carlos Villegas al igual que este servidor. Por tanto, lo único que me queda decir es “Descanse en paz, licenciado Villegas”.