El sabio griego Aristóteles dijo que el ser humano es un “animal político”, pues vive en una sociedad organizada políticamente, es decir sujeta a un poder que no es otro que el del Estado, pero quienes lo administran son los que ejercen el gobierno y como sostiene Robert Michels en sus dos tomos de “Los partidos políticos”, toda organización política es una organización oligárquica, pues ésta -la organización- da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores y siempre los dominadores son un grupo reducido, es decir oligárquico.
El planteamiento de Michels fue refutado por los socialistas comunistas, negando que la organización burocrática pudiera dar lugar a una nueva clase, con el argumento de la teoría clásica del marxismo, de que la clase está en función de la propiedad o no propiedad de los medios de producción. Sin embargo, Bukharin antes del “stalinismo” sentenció que en la etapa de transición del capitalismo al comunismo o sea la etapa de la dictadura del proletariado o socialismo, sobrevendrá una tendencia a la degeneración, es decir la aparición de un estrato dirigente en forma de germen clasista. Y ésta se confirmó con el largo periodo de Stalin en el poder, donde él era el Estado y la revolución bolchevique.
Este mismo fenómeno se ha dado en todos los regímenes socialistas comunistas, en los que en rededor del caudillo, se formó una reducida burocracia partidaria que actuó y actúa como clase. Es la clase política que al administrar el poder del Estado, adquiere poder personal y de grupo, y se diferencia del resto de la población que siendo mayoritaria resulta dominada.
El poder del Estado administrado por la clase política tiene como finalidad buscar el bien común y los administradores deben estar al servicio de la sociedad, pero esto no siempre es así, pues generalmente la clase política no busca el interés colectivo, sino su interés personal, conducta que ha dado lugar a la corrupción política, a la que se ha definido como: uso y abuso de la función en el gobierno del Estado, con el propósito del beneficio personal.
El “barómetro global de la corrupción en 2013”, publicado por Transparencia Internacional, hizo conocer que según la ciudadanía consultada, los primeros cinco lugares en cuanto a corrupción los ocupan: los partidos políticos en el gobierno, la policía, los empleados públicos y los poderes Legislativo y Judicial. En nuestro país las instituciones de menor credibilidad (según encuestas de opinión) son: la justicia, la policía, la política (entendida como gobierno) y el sindicalismo.
Como freno a la corrupción política en la administración del Estado están las normas referidas a control fiscal, administración de recursos públicos, adquisición de bienes y servicios, cumplimiento de procedimientos de todo orden, etc., y para ello están también los órganos Legislativo y Judicial; el primero debe fiscalizar la gestión pública ejecutiva y el segundo imponer las normas establecidas para los delitos originados en la corrupción. Sin embargo, cuando los órganos de fiscalización y persecución penal están controlados por el poder político, desaparece el control fiscal y la aplicación de la ley, en especial cuando se dan regímenes autoritarios que se ponen por encima de la ley.
Es precisamente en los países pobres o de escaso desarrollo, donde se dan los mayores casos de corrupción política o más aún, la clase política es corrupta, y en consecuencia carece de los valores ciudadanos de servicio y búsqueda del bien común, y su presencia en la administración de los intereses colectivos, resulta sólo para beneficio de los causales administradores.
Quienes hacen desde el poder uso y abuso de éste, al disponer de bienes y recursos públicos para su uso personal y familiar, como si fueran propios, practican lo que se ha dado en denominar “goce del poder”, pues mientras en los gobiernos sujetos al “estado de derecho” los bienes públicos son respetados (incluso los fines de semana, los automóviles y aviones de propiedad estatal son guardados), en los del exceso de poder el disfrute no tiene límites y se confunde al Estado como de propiedad personal o del grupo de poder.
En los pasados días de carnaval, algunas autoridades se trasladaron en medios de transporte del Estado, en una tarde a observar el corso de Oruro y el de Santa Cruz, mientras el común ciudadano lo hizo con sus propios recursos económicos.
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