En todo el perímetro citadino de La Paz, el tráfico de vehículos no contribuye a la pomposa denominación de “Ciudad Maravillosa”, cuya población sufre el martirizante caos que reina en calles, plaza y avenidas, sin que ninguna autoridad del Organismo Operativo de Tránsito (OOT) o de la Alcaldía Municipal se inmute ni tome medidas. Tampoco les mueve el crecimiento vegetativo citadino ni el invasivo crecimiento de motorizados de todo tipo que ha saturado la capacidad urbana paceña, habida cuenta además de una topografía difícil que, por lo mismo, requiere orden y disciplina. A esto se añade el fatalismo de las “marchas” que ineludiblemente ocupan el centro, viniendo a completar un cuadro dramático para el desenvolvimiento de las actividades y, con ello, la degradación de la calidad de vida de estantes y habitantes de esta urbe.
Si vamos por partes, vemos que los llamados agentes de parada, más conocidos como varitas, dependientes del OOT han desaparecido del mapa. ¿Dónde desempeñan su función? Vale la pena que el Director o Comandante de Tránsito informe con cuántos efectivos cuenta. Lo propio puede decirse de los pocos Guardias Municipales de Tránsito, de actuación por lo general ineficiente e improvisada a todas luces. Brillan por su ausencia en los escasos lugares en los que aparecían: frente a San Francisco y junto al templo de María Auxiliadora (el Prado).
El parqueo de vehículos en la vía pública se ha convertido en irrestricto y caprichoso, trabando el tránsito de vehículos y peatones, pese a que en teoría está prohibido el estacionamiento en la troncal y el centro de la ciudad. La prohibición es burlada empezando de la acera del frente a las oficinas del OOT (avenida Mariscal Santa Cruz), para tormento de conductores y pasajeros, quienes pierden cerca de 30 minutos en pasar la esquina de la indicada arteria troncal y Yanacocha, y ésta y la calle Honda (Mercado), por supuesto por la incapacidad de Tránsito de no destacar agentes a pocos metros de su sede. En realidad la vía crucis se prologa hasta la esquina Sucre, debido a que la calle Yanacocha es actualmente sólo de un carril de subida, mientras el otro es ocupado por vehículos del Ministerio de Trabajo y por particulares.
Lo propio ocurre en la calle Ayacucho, porque la Vicepresidencia parquea sus ampulosas vagonetas junto a su edificio (ex Banco Central) y en la cuadra siguiente lo hace la Presidencia. Otro punto muy visible de atascamiento (impropiamente llamado “trancadera”) por la carencia de varitas es la confluencia de la calle Belisario Salinas y Av. Arce, afectando inclusive la circulación en la plaza Isabel la Católica.
Cosa parecida ocurre en la plaza del Estudiante (Franz Tamayo) por el “nomeimportismo”, no obstante que desembocan en ella 4 o 5 arterias. Ni qué decir a lo largo de la Av. 6 de Agosto, donde a toda hora parquean coches, sin excluir camiones. Antes se avistaba agentes uniformados que ordenaban el retiro o aplicaban sanciones a los cómodos conductores y chóferes, hoy dueños de la vía pública.
Parece que el Organismo Operativo de Tránsito, con pose burocrática, está convertido en repartición administrativa y de rigurosa recaudación de multas, mientras más allá de sus oficinas impera la “ley de la selva” en una ciudad supuestamente civilizada. Los mandos policiales de los que depende ese Organismo tampoco se dan por enterados de la situación, anotándose una calificación reprobatoria sumada a muchas otras.
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