El transfugio de un partido político a otro, se ha hecho costumbre en muchos militantes de las tiendas políticas del país. Especialmente en tiempos pre-electorales, cuando abundan los que creen que de todos modos deben ser candidatos para senadores y diputados plurinominales -elegidos “a dedo” por los jefes de partido-, diputados uninominales, gobernadores, alcaldes, munícipes o concejales, etc.
Todo el que cree que debe ser candidato, generalmente hace gala de soberbia y petulancia porque pregona poseer todas las condiciones, ser el más y mejor preparado en todas las disciplinas del saber y, además, poseedor de todas las virtudes y de ahí que sus antecedentes y conductas son intachables. Estas creencias - generalmente provocadas por la estulticia de quienes se creen tanto- abundan en los tiempos preelectorales.
No faltan, por supuesto, los que creen haber hecho “muchos méritos en el partido y haber sido leal toda su vida”. Revisados, “grosso modo”, antecedentes, se llega a la conclusión de que muchos de ellos han militado en varias tiendas partidistas y han sido “leales” seguidores y dignos representantes de esos grupos.
El transfugio -“camaleonismo” o “pasa-pasismo” en la jerga popular- es un mal crónico que las cúpulas de los partidos políticos conocen; pero como les interesa contar con “más militancia”, no trepidan en pasar por alto los antecedentes morales de esas personas y hasta les dan la bienvenida porque serán “compañeros, camaradas o hermanos del partido”. Hay tal conveniencia (ingenuidad no puede ser) en muchos jefes partidistas que justamente hacen candidatos a quienes saben que son ex militantes de tal o de muchos partidos y cuya conducta es condenable en todo sentido.
Las próximas elecciones de marzo, muestran en estos días la abundancia de tránsfugas, de individuos que no tienen moral y que buscan acomodo fácil en las filas de un nuevo partido que los acogerá tan sólo por haber figurado en anteriores actuaciones y, en casos, haber sido objetivo de algún medio de comunicación. Esas personas, si militan en varios partidos demuestran, simplemente, no tener valores ni principios; son poco confiables y deberían ser rechazadas porque más temprano que tarde, traicionarán también al nuevo partido en el que encontraron cobijo.
En política partidista, que debe ser acción en servicio del pueblo, los jefes de esos grupos deben exigir méritos a quienes militen en sus partidos, exigencias para que haya un mínimo de sindéresis y honestidad. No deben ser las “caras bonitas” o “falsos antecedentes” los que influyan en la aceptación de quienes no merecen confianza alguna. La política, y su militancia en cualquier partido, debe tener condiciones claras para ser cumplidas por parte de quienes están en sus filas.
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