Javier González Sánchez
El iraní Mehran Karimi Nasseri esperó 18 años para poder salir del aeropuerto de París. Charles de Gaulle. Existe una gran variedad de casos de personas que tienen como hogar un aeropuerto. Muchas se establecen por elección propia pero otro tanto quedan atrapadas por algún problema de documentación o económico. Estas personas se pasan el día entre maletas y pasajeros, fingiendo que esperan un vuelo que nunca llega.
Nasseri fue el sujeto que inspiró la famosa película de Tom Hanks La Terminal. Es la persona que ha pasado más tiempo en la historia en un aeropuerto. Fue expulsado de su país por protestar contra el Sah de Irán. En 1998, tras recibir el estatus de refugiado político, se propuso viajar a Reino Unido desde París. Justo cuando iba a embarcar en el avión le sustrajeron toda su documentación. Mehran Karimi quedó sorprendido sin poder entrar en Francia ni poder viajar a ningún otro país. Casi dos décadas después, una enfermedad le permitió salir de la terminal y hasta 2008 permaneció en un centro de acogida.
Según AENA el aeropuerto es un espacio público en el que cualquier persona puede establecerse por tiempo indefinido, siempre que no se produzca ninguna alteración del orden. La Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas se ha convertido en un refugio para personas sin hogar. Pero no en forma de comedor social ni de albergue. Los sin techo que podemos encontrar aquí pasan las noches entre viajeros, camuflándose como uno de ellos.
Podemos encontrar este fenómeno en aeropuertos de toda España y estos invitados no han dado lugar a problemas; a pesar de las quejas de algunos empleados de los aeropuertos. “Visten correctamente, van aseados, transportan bultos en carritos como si fueran turistas y algunos dan vueltas todo el día alrededor de los mostradores…” así define Daniel Verdú a estos “falsos viajeros” en su reportaje Mi casa es un aeropuerto. En las terminales los sin techo pueden encontrar asiento, calefacción, aseos limpios; e incluso comida y bebida que algunos consiguen gracias a trapicheos con los transeúntes o aprovechando los restos de las comidas que muchos pasajeros desperdician.
La mayoría emplea nombres falsos. Es el caso de Manuel uno de los huéspedes más veteranos en la terminal. Para Manuel las personas que utilizan este lugar como refugio han llegado a constituir una sociedad. Se mueve entre los viajeros vestido normal y pasando desapercibido. “Aquí somos invisibles” dice.
Juan José Lorenzo es uno de los casos más curiosos y cada vez más comunes. Lorenzo colabora con la ONG Cuarto Mundo y asiste a clases de teatro. A pesar de recibir una pensión con la que podría permitirse un albergue, prefiere pasar sus noches durmiendo en el aeropuerto, y comer un desayuno por solo dos euros en un local de comida rápida…
Algunos han encontrado un lugar donde sentirse seguros entre alas de acero y personas que van y vienen. A pesar de que en estos lugares los falsos viajeros reciben un buen trato, alimentación saludable y lo más importante, un techo bajo el que dormir; no se puede negar que muchos se encuentran como si estuvieran encarcelados. Día a día ven despegar a todo tipo de gente que se reparte por el globo y ellos deben conformarse con unos pocos kilómetros para su mundo.
El autor es periodista.
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