Hechos sorprendentes se producen a diario en altas esferas estatales y, además, algunos de ellos de origen oficial o son revelados por los jerarcas del aparato burocrático del Estado, actualmente encargado de administrar los bienes de propiedad de la Nación, considerando que Nación y Estado son cosas diferentes, aunque se interrelacionan íntimamente, lo que se ha venido a llamar “correlación dialéctica”.
Entre esos hechos que provocan la atención inquisitoria de la opinión pública, se encuentra el referido a ciertos brotes de indisciplina que se estarían produciendo en las altas esferas del Gobierno e inclusive en el mismo seno del equipo ministerial que trabaja con el Presidente del Estado, como es el caso de la destitución fulminante del que fue ministro de Culturas, Pablo Groux, quien fue denunciado por supuestas irregularidades y al Primer Mandatario no le tembló la mano para ponerlo de “patitas en la calle” y designar a otro funcionario en su reemplazo.
El asunto de la destitución de dicho Ministro no dejó de impactar entre la burocracia, más aún cuando en forma directa el Presidente explicó que se debió a faltas que no deben producirse porque “el Gabinete es la familia de Evo Morales; es un Gabinete político, un gabinete de gestión, de atención, de servicio al pueblo boliviano”. Al mismo tiempo aseguró: “Lamento mucho lo que pasó con el ex Ministro de Culturas, pero es mi obligación mejorar el trabajo, la conducta y la responsabilidad para que salgan bien las gestiones que hacemos”.
Es ostensible que la decisión presidencial se debió a irregularidades cometidas por el funcionario destituido, pero este no sería el único caso en ese sentido, pues en la misma fecha se quejó de que algunos ministros no cumplían con sus deberes y que “cada semana un ministro estaba en la clínica” y que en otra oportunidad, el Gobierno cubano regaló un equipo médico para que sea inaugurado de inmediato en Copacabana, pero que pasada una semana llamó a la Ministra y ésta nada sabía, como tampoco sabían otros funcionarios y finalmente nadie sabía y nada estaba hecho.
Esas lamentaciones del Presidente no fueron las únicas. En efecto, cuando posesionó a sus nuevos ministros dijo “tuve diferencias con algunos ministros, ministras; el tema de la mentira, no es mentira, el tema de cómo ‘lavarse las manos’, siempre otro es el culpable, eso tenemos que empezar a cambiar y decir ‘me he equivocado’, y acabar con eso de decir ‘el fulano es culpable’, es una equivocación”.
Esas afirmaciones dejan descubrir que los brotes de indisciplina no son nuevos en el Órgano Ejecutivo, cuya cabeza dice que hay que insistir en los valores del “ama sua, ama llula, ama quella”, principios ancestrales olvidados por algunos funcionarios, como en el caso recién revelado del Fondo Indígena, en cuyo caso el Contralor de la República denunció que el Directorio de dicha entidad habría concedido a varios dirigentes “sindicales” más de 70 millones de bolivianos para proyectos que nunca se habrían realizado y terminaron como “obras fantasmas”, conjunto de referencias que hacen concluir, en general, que “algo huele mal en Dinamarca”.
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