El penacho, cuyo origen aún no está aclarado, alcanzó los 250 km sobre la superficie marciana y se pudo ver durante diez días.
En marzo de 2012, astrónomos aficionados tomaron imágenes de una misteriosa nube que emergía al amanecer en el borde del disco de Marte. El fenómeno alcanzó una altura excepcional, de entre 200 y 250 kilómetros sobre la superficie y se pudo ver, aunque solo du-rante el amanecer marciano, durante unos diez días. Nunca antes se había observado un fenómeno semejante a tanta altura en el planeta.
Científicos de la Universidad del País Vasco y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) decidieron in-vestigar las imágenes y comprobaron que el penacho alcanzó los 500 kilómetros de extensión horizontal, determinando su brillo en diferentes longitudes de onda. Los resultados aparecen publicados en la revista Nature.
En la tenue, fría y seca atmósfera de Marte, los vientos arrastran y elevan el polvo desde la superficie hasta los 50 kilómetros de altura. En su seno se forman delgadas nubes de cristalitos de hielo y dióxido de carbono, el principal componente de la atmósfera marciana, que en ocasiones alcanzan, como máximo, alturas de unos 100 kilómetros. Las naves es-paciales que orbitan el planeta han recogido el proceso.
Pero el nuevo fenómeno no tiene, de momento, explicación. Por un lado, podría tratarse de una inusual nube, que, de acuerdo con su brillo, estaría formada por cristalitos de 0,1 micras de tamaño (una diezmilésima de milímetro). Sin embargo, para que se pudieran formar cristales de agua a 200 km de altura, la temperatura debería caer más de 50°C (100°C si fueran de dióxido de carbono) respecto a lo que predicen los modelos actuales.
UNA AURORA MARCIANA
“Otra posibilidad sería que el penacho fuera producido por aurora, ya que en la región de Cimmeria, donde se registró, existe una intensa anomalía magnética que podría canalizar las partículas carga-das provenientes del exterior y excitar la emisión”, explica Agustín Sánchez-Lave-ga, del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV/EHU, en un comunicado del CSIC. “Sin embargo, esto implicaría una emisión unas 1.000 veces más potente que la de las auroras terrestres, lo que es inviable. Ambas hipótesis, aun siendo las más plau-sibles, parecen imposibles por cuanto de-safían nuestro conocimiento actual de la atmósfera marciana”, continúa.
Miguel Ángel López Valverde, del Insti-tuto de Astrofísica de Andalucía, hace notar que si se confirma que este tipo de fenómenos ocurren con regularidad en Marte, “sin duda tendrían gran importan-cia, más allá de los aspectos teóricos”. Según explica, una de las consecuencias inmediatas sería revisar las órbitas de las misiones espaciales y la posible exposi-ción a fenómenos de este tipo, “porque es justo a esa altura donde se realizan las delicadas maniobras de aerofrenado de los satélites artificiales en órbita alrededor de Marte, con el consiguiente riesgo para cualquier misión planetaria”.
Curiosamente, tras unas jornadas sin ser detectado, el penacho se observó de nuevo varios días en abril. Paralelamente, buscando en el archivo de imágenes to-madas por el telescopio espacial Hubble, los científicos han encontrado imágenes de mayo de 1997 en las que se observa la presencia de una nube semejante en lati-tudes ecuatoriales. En este caso, no pu-dieron determinar su altura con precisión, pero sí medir con más detalle su reflectivi-dad, lo cual les ha servido para indagar en la naturaleza del fenómeno.
Los investigadores proseguirán la bús-queda y estudio de estas raras nubes mar-cianas con observaciones desde la Tierra y las naves en órbita.
ABC.ESABC_CIENCIA / MADRID
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