Historia No. 2 La Ballena

En España hay un extraordinario personaje: El Sr. Ignacio Cano, que es el Director artístico del grupo de rock Mecano. Muchas de sus hermosas composiciones musicales son verdaderas denuncias de las tantas injusticias que los humanos cometen en contra de otros humanos, en contra de los animales y en contra de la Naturaleza al contaminarla y depredarla.

Una pieza de las más significativas y elocuentes del Sr. Cano es la que lleva por título El dolor del agua; no tiene letra pero con el manejo que el artista hace de los instrumentos musicales, nos entrega la conmovedora historia de un ballenato (así se llaman los bebés de las ballenas), que va nadando al lado de su mamá ballena.

La música está compuesta por sonidos que nos hacen imaginar cómo, madre e hijo se desplazan muy felices en las profundidades marinas, subiendo a la superficie cada cierto tiempo para tomar oxígeno, saltar, retozar y divertirse un rato. En una de esas subidas, son avistados por un barco ballenero, se oyen las melodías que silban los marinos, las cuerdas de los arpones cuando van desenrollándose de los enormes carretes y luego el “tras” que hacen las puntiagudas armas al ser montadas sobre los trípodes y así quedan listas para ser disparadas y desgarrar el perfecto cuerpo de aquella ballena feliz y el cuerpo aún pequeño de su inocente cría.

De pronto se oye un “zas” que es el primer arponazo que disparan, luego otro y otro; en ese momento la música sube de tono y volumen, los tambores suenan más rápido como describiendo la lucha desesperada del enorme cetáceo, ya herido de muerte por las filosas cuchillas. A los tambores se une un sonido ronco y prolongado que nos hace pensar en un grito que la ballena le da a su pequeño ordenándole que se aleje.

Entonces suena un chillido agudo como si fuera el aterrorizado ballenato que pregunta “¿qué está pasando?”. Los arpones conti-núan haciendo su “zas” mortal y el sonido ronco de la ballena, lentamente va silencián-dose, los tambores van bajando su volumen y velocidad, indicándonos que la lucha de la ballena por zafarse de los filosos garfios va terminando, la ballena está muriendo.

Después, los instrumentos quedan en silencio por unos segundos y de pronto se oye con poco volumen, el canto triste del pequeño ballenato, dándonos a entender que él escapó, que se aleja solito y que va lloran-do porque atrás quedó su mamá ensan-grentada, muerta, enredada en los cables de los arpones y en manos de los hombres que regresarán al puerto, felices con su presa.

Moraleja: La crueldad egoísta e inmisericor-de de los humanos está ciega y sorda ante el sufrimiento de los animales.

Panamá.

ARGENPRESS CULTURAL