Las polleras siempre mandaron

Muchas veces presumo ante mis lectores de mandar y ordenar laboralmente a mi novel reportera que -como ustedes saben- es una cholita nacida en Quillacollo, quien cumple mis instrucciones laborales de manera bastante satisfactoria, lo cual demuestra que es eficiente y que sus polleras no la perjudican para nada y pareciera más bien que son uno de los factores de sus modestos triunfos profesionales.

Todo ese largo y ampuloso preámbulo viene a cuento de las declaraciones vertidas por la candidata a Gobernadora por el Departamento de La Paz, la señora Felipa Huanca, quien manifestó que sus oponentes no la queremos porque ella viste polleras y no por figurar su nombre entre los que se aprovecharon de los dineros del Fondo Indígena.

A quemarropa le pregunté a mi comadritay si alguna vez le había manifestado reparo alguno por ser ella una cholita y vestir polleras, a lo cual contestó “ja, ja, jay, compadre, todo lo contrario: siempre le gustaron mis polleras y no sólo a usted sino a todos los caballeros con quienes tropecé en mi vida de prestamista y de periodista…”.

O sea que los ciudadanos de La Paz no nos molestamos porque alguien quiera imponernos una Gobernadora que vista polleras de cholita sino una mujer que dirigió algún organismo que tuvo que ver en el “affaire” del llamado Fondo Indígena.

La cholita cochabambina comenzó a dar brincos de alegría a mi alrededor al haberle “achuntado” en la verdadera expresión de lo que pensamos y sentimos los paceños respecto a una posible gobernadora que vista polleras de cholita.

A continuación, Macacha me recordó que en La Paz, al igual que en Cochabamba y otras ciudades, la chola es la que manda y la gobierna en la mayor parte de los hogares, pues es la que produce el dinero con su trabajo y quien educa a sus hijos mientras su marido o compañero pasa su vida “chupando” con sus amigos hasta llegar a ser alcalde, diputado, senador o ministro del Evo, el jefe supremo, quien fue capaz de ordenar la creación del Fondo Indígena que llega a disponer de mil quinientos millones de bolivianos hasta que el Contralor General de la República da cuenta de manejos dispendiosos.

Al concluir nuestra labor periodística, Macacha entornó los ojos, puso su voz romántica y sexy y me preguntó: “Jefecito, ¿usted nunca me discriminará ni me abandonará por ser cholita y vestir polleras, verdad?”. Contestándole: que jamás la abandonaré mientras la necesite como reportera inteligente y mientras le deba plata que ella generosamente me presta para bailar en carnavales y otras festividades que muy pronto llegarán.

¡Vivan las polleras de las cholitas y que aparezca el dinero de Fondo Indígena!