[Armando Mariaca]

Cuaresma, tiempo para retomar valores


Pasado el tiempo de las fiestas hedonísticas del carnaval, el miércoles de ceniza, que recuerda al hombre que “es tierra y en tierra se convertirá”, se inicia el Tiempo Cuaresmal; es decir, la preparación al recuerdo de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Cuarenta días que deben ser importantes en la vida del mundo católico cristiano porque debe ser el tiempo en que se retomen valores y se tenga en cuenta que el ser humano no sólo es materia sino espíritu poseedor de virtudes y condiciones para el diario vivir y para la vida eterna según las palabras del mismo Jesús.

La Cuaresma es tiempo ideal, y especial también para aquellos que no son católicos, para ver hasta dónde hemos cumplido con nosotros mismos, con nuestro entorno familiar, con la comunidad en que nos desenvolvemos, con quienes han precisado de ayuda y comprensión. Para quienes tienen poder político, económico o social es tiempo para que vean si han hecho lo que debían y cómo tienen la conciencia para responderse a sí mismos y responder a Dios.

La Iglesia ha señalado caminos claros y precisos para que las virtudes de los hombres, impregnadas por Dios en sus corazones, hayan adquirido la condición de valores que sirvan al bien común, que actúen dentro de parámetros de dignidad, honestidad y responsabilidad. La conciencia del ser humano, faro que guía sus actos y promueve la práctica de virtudes, señala siempre las mejores rutas a seguir y es ella, que examinada en estos días, mostrará cuánto se ha cumplido, qué se ha hecho, a dónde se va, pero con la práctica de virtudes que también son valores.

Esa conciencia descubre en cada hombre la existencia de una ley que no se dicta a sí mismo pero a la que siente que debe obedecer y cuya voz resuena en los oídos de su corazón, un corazón que le advierte que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal. El hombre tiene, desde el momento en que es concebido, una ley escrita por Dios en el corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana porque la conciencia es el núcleo más secreto y es sagrario del hombre en el que él puede sentir a Dios cuya voz resuena en lo más profundo de su ser.

Hay que entender que la fidelidad a la propia conciencia une a los seres humanos para buscar la verdad y encontrar las sendas del bien que le ayudarán a resolver los infinitos problemas morales que complotan contra la humanidad. Es preciso entender que cuanto mayor predominio tiene la conciencia en la vida del hombre, mayores serán sus aciertos en bien de la sociedad y en el cumplimiento de las leyes de Dios y de los hombres.

El hombre, al ser dotado por el Creador de una conciencia, le dio libre discernimiento o albedrío para orientar su vida hacia el bien que es posible conseguir con el uso de la libertad. La dignidad humana requiere que el hombre actúe según su conciencia y absoluta libertad, movido íntegramente por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de coacción externa; así, el hombre logra esta dignidad cuando, liberado de la cautividad del mal, tiende a la libre elección del bien que es razón de ser de las virtudes y valores que se hacen principios de vida y servicio, de amor y solidaridad. Es por la recta conciencia que se logra entender que la vida en libertad implica vivir conforme a los mandamientos de Dios y en cumplimiento de las leyes civiles que rigen a los pueblos. Cuaresma se hace propicia, para examinar, en justa y recta conciencia, lo que se hizo y cumplió y adoptar decisiones para actuar conforme a lo que nunca debió abandonarse: la práctica del bien.

Según expresiones del propio Papa Francisco, es necesario combatir a todo lo que complote contra el hombre y su salvación terrenal y eterna. Las recomendaciones deben ser también para los propios miembros y servidores de la Iglesia como son sacerdotes, monjas y religiosos de órdenes que deben retomar el cumplimiento de sus votos de humildad, pobreza, castidad, obediencia, caridad y solidaridad con sus feligreses y con quienes, el pueblo, que son Iglesia; que los templos -sagrarios de Dios- sean abiertos por muchas horas para la meditación y el encuentro de quienes precisan acercarse al Creador; que sus pláticas estén inspiradas en las sagradas escrituras y los evangelios y que la humildad sea el traje o el hábito de cada día; que se haga abstracción total de prácticas materialistas y hedonistas que buscan satisfacción de instintos alejándose de las fuentes de virtud que son sus propios votos y las enseñanzas de Jesús. Ellos, sacerdotes y monjas, apartados de lujos y ostentaciones, pueden y deben ser los lábaros que conduzcan a los hombres por los caminos certeros de las virtudes que, como propósito, deben adoptarse en esta Cuaresma y los días de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

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